martes, 30 de marzo de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO





















MARZO 30 Martes Santo


Accede el sol abriéndose paso entre rotas columnas nubosas, llenando de rojo y dorado fuego las tersas aguas y los estremecidos azules en los que el viento norte burila incesantes dibujos que sólo él descifra. La fresca mañana comienza a templarse, la orilla extiende su amplio y aún oscuro vacío buscando límites que detengan los puñales de la inextingible ausencia.

Sobre las palmeras la luz desciende como suave ofrenda. La mar permanece en reposo, asombrosamente quieta. En el espigón de levante ha amarrado un crucero de respetables dimensiones, sus luces destacan en la penumbra que retrocede imperceptible y lenta.

Mañana de primavera, mecida por un septentrión que con sus frías manos la acaricia y despierta. Pero el astro del día acude con su creciente y tibia presencia, que llena de luz y calor la calle. Rodeada por el cálido regazo solar Vicky ronronea feliz mientras me espera, todavía quitándose medio resfriado de encima. Estos momentos iniciales de la mañana son agradables, pese al viento o gracias a él, estimulantes para caminar, alegres de luminosidad, tranquilos.

La playa comienza a recibir visitantes, que intentan ser bañistas. La mar es una joya turquesa, pero helada, entrar en las engañosas aguas es posible, pero no permanecer en ellas. El viento arrecia, agita palmas, levanta arenas. Caprichoso juega. Sopla sobre la superficie de la bahía, y remueve los azules que la visten, los cambia, diseña temblores efímeros y estremecimientos fugaces. Las nubes llevan la blanca alegría de su mirada de un lado a otro, todo lo observan.

Con su amiga mansedumbre felina me recibe contenta Piratilla, rabo para arriba. Y buen apetito, que la moza no se anda con resabios a la hora del desayuno. Los chiringuitos bullen de actividad, preparando la comida, el fuego de leña, poniendo las mesas y las ligeras sillas de plástico que el travieso viento revoltoso tira al suelo cuando quiere. La linea del horizonte parece recien trazada, nítida, precisa.

Al mediodía las arenas se han llenado, todos se solean, algún atrevido entra al agua y sale aún más rápido que entró. Una luz amable envuelve en su tibia presencia a todos los bañistas.

Extensa, dorada, serena, lentamente se adormece la tarde ilimitada. En la playa los niños juegan, algunas parejas de cualquier edad aprovechan que el viento ha cedido y pasean en el lánguido calor de estas primeras horas vespertinas.

El crepúsculo no se entretiene, y deja paso a una luna naciente, sobre el horizonte, por levante, roja y sanguina. Poco a poco va tomando vuelo y su pálida luz de vieja plata desciende a bañar las aguas.

Con su silencio, del tuyo me habla la luna llena. En su ancestral y secreto idioma de palabras que, como tú, ni necesita ni expresa.




© Acuario 2010

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