lunes, 8 de marzo de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO






MARZO 8 Lunes






Entre un cerrado bosque de nubes rompe el sol el fresco cristal de la mañana con su lanza de luz centelleante. El mar espera, quieto, sin olas, sumido aún en la oscuridad, debatiéndose incierto. Mar de dudas que la confusa madrugada ha ido perdiendo en su camino. El viento norte acude desde tierra, removiendo con respetuosa cortesía y agitando a las palmeras que cabecean solemnes y flemáticas. El alba derrama sobre la superficie marina sus crecientes e iluminados reflejos mientras la diligente brisa dibuja en la soñolienta ensenada raudos y fugaces, mínimos escalofríos. En la orilla las aguas reposan, en suave vaivén, en lento reflujo.

Rosas, rojos fugaces, amarillos de fuego, y luego entre sombreado y nuboso, y nuevamente soleado, va tomando curso el día, medio nublado, medio abierto. Hay que ponerse en marcha, la calle va mostrando cada vez más peatones que de un lado a otro caminan y le prestan su animación y vida. En la playa barrida por la lluvia, la arena muestra un rostro rejuvenecido, más claro y dorado, mientras parsimoniosa va recorriendo la superficie, ya hoy seca, la máquina que la cierne y limpia. El temporal ha dejado tarea, cañas, restos de algas, fondos que afloraron con el mar de fondo y las grandes olas.

Pese a todo, como buen barbecho de secano, hecho a vivir sólo del rocío de la aurora, una mano en el bolsillo, camino sin prisa, con creciente decisión y alegría. Cada uno con sus pasos, no puede ser de otra manera. El horizonte se ríe de mis disquisiciones, con su limpio trazado nunca encuentra obstáculo alguno para su sonrisa. A fuerza de mirarlo de reojo termina convenciéndome y le doy la razón porque la lleva. Las aguas vuelven a encontrar su verde extensión y presencia.

Es el mediodía sol ganando fuerza, pese a alguna nube que juega con su paciencia. El mar se llena de luz que de un lado otro oscila y parpadea, soleados reflejos que incesantes juegan. Pasa una nube y todos se esconden, el sol acude, y todos de nuevo se reunen y congregan. El viento ligero y alegre, se muestra con un aire ausente y lejano.

Con la tarde se cierra el cielo, incesantes las nubes acuden. La ciudad se refugia bajo su sombra, bajo su irisado gris creciente. Una ligera llovizna me espera a la salida del trabajo, y me acompaña mientras vuelvo a casa.

La noche se ha hecho secreta, respira humedad, sueña. Unas olas de poniente rompiendo en la orilla, recorren con su blanco obsequio las sombras, con su rumor callado inundan el extenso silencio de la playa con sabias y oportunas, mas inasibles respuestas.




© Acuario 2010

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