lunes, 22 de marzo de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO













MARZO 22 Lunes




En la tenue claridad amarillenta, limpia y serena del alba, el sol asoma delicado, tímido casi, redondo y pálido, como desorientada y extraña luna que confundiera su lugar en la madrugada. Un cielo sin nubes acoge las primeras luces de la húmeda y algo cargada aurora.

El viento detenido, expectante, sin saber que hacer de momento, simplemente descansa. El mar ha olvidado sus olas, perezoso, sólo bosteza y sueña. La playa sabe ser interminable, callada, no necesita más vacío que sus infinitas distancias, sabe alejarse a un lado y otro sin volver jamás la mirada.

La luz solar inicia con alegría las primeras horas matinales, y el viento toma la decisión de hacerse ligero poniente, fresco y estimulante. Distinto y nuevo, tambien él quiere formar parte de la primavera.

Sin contrariedad alguna, con el ánimo decidido, comienzo mi actividad diaria. La calle comienza a entibiarse bajo la luminosidad creciente, mientras las personales tareas llevan a los peatones de un lado a otro. El mundo se mueve. Siempre me son agradables y estimulantes los primeros y habituales pasos con los que emprendo mis ocupaciones. No hay como la absorbente naturalidad de caminar como medio de desplazarse. Y bajo la abierta bóveda celeste, acompañado del azul adormecido del mar, andar es sumergirse en un sueño.

Tras el día medio lluvioso de ayer las arenas comienzan a secarse, mientras el horizonte ha puesto bien desplegada y tendida su línea, quizá para colgar en ella alguna nube también a escurrir, pero no encuentra ninguna. Hay algunos pescadores insistentes, con sus cañas y su paciencia, sobre las rocas de los espigones de defensa. El mar sin olas calla y observa.

El viento del oeste arrecia algo al mediodía, la playa comienza tener cierto oleaje. La luz lo invade todo, sobrecogedora y espléndida.

Cuando termino mi trabajo me sumerjo a la vuelta en las crecientes sombras del parque. La vegetación tras las frecuentes lluvias recibidas tiene una pujanza manifiesta. Su silencio lleno de vida me envuelve y secretamente me ofrece su animosa esperanza, su plena certidumbre abierta y sencilla.

Sobre el puerto detenido e inmóvil una suave claridad crepuscular se deja caer abandonándose lánguida y última.

La noche es ligera y fresca, las olas que el poniente ha dejado mumuran su indescifrable enigma con ingenua naturalidad en la orilla.



© Acuario 2010

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