sábado, 6 de marzo de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO



MARZO 6 Sábado




Durante toda la entera noche soplando el levante enloquecido, el temporal recreciéndose, la lluvia cayendo a ráfagas, en tromba, cuando llega el día apenas encuentra a la playa, subsumida por el oleaje que la devora, inundada por el vendaval de viento y agua. Todo bajo una luz escasa y torva, que míseramente ilumina una escena desolada, un mar trastornado de revueltas espumas, de olas delirantes y oscuras.

Pero planeando estáticas con fluida desenvoltura sobre el estruendo de la orilla, entre el torbellino y la borrasca, las gaviotas aparecen y desaparecen, mientras miran a un lado y otro, casi divertidas. Entretanto las palmeras se debaten delirantes cabeceando por el viento, despeinadas y temerosas bajo la insistente lluvia.

Encuentro a Vicky refugiada bajo los soportales del edificio, protegida por toda la mole del mismo, mientras se exhibe persiguiéndonos el rugido de la rompiente y el siseo ululante del ventarrón imparable. Poco desayuna, probablemente ha encontrado antes a alguien que ya algo le ha traído. Decido hoy también caminar, pero protegido por la línea de los inmuebles, por las calles paralelas al paseo hoy barrido por el salitre y la ventisca. Accedo a la altura del cubículo de Piratilla, con el paraguas cerrado, para evitar que se lo lleve la oleada del viento. Encuentro a la playa arrollada por el ciclón, entre la neblina de la incesante rompiente enfebrecida, pero la gata está a buen recaudo, escondida en su agujero, asoma cuando la llamo con un silbido.

Al terminar la compra, ha dejado de llover, y enfilo de vuelta por el paseo marítimo, con el viento a popa, que casi me empuja él sólo el carrito. Entre las olas, dos surfistas aprovechan y lanzan sus tablas sobre las espumas, apoyándose en sus cometas extendidas al viento.

Con la tarde también el huracán cesa, desde la cerrada bóveda de nubes se desploma una luz amarillenta y turbia, todo es el bramido del mar enfadado, irascible, terroso, enojado. Pero las horas por fin se detienen, toda la bahía es ceniza verde líquida, el tiempo me susurra sus confidencias. La ciudad aliviada respira.

La noche comienza, primero azul, luego negra. Las olas blancas llenan toda la ribera. Como insólitas espumas que sobre las aguas alzasen el vuelo, a ras del mar planeando, las gaviotas surgen de improviso entre las sombras.

Es cierto, no espero ya más nada de la vida, pero sí deseo que generosa sea contigo.







© Acuario 2010

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