miércoles, 17 de marzo de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO










MARZO 17 Miércoles



Con menos intensidad el oleaje y su rumor ya más apaciguado, el nuevo día abre su luz y su renovada esperanza. El sol naciente aparece como roja luminaria que se transmuta con destreza en dorada explosión de incesante rayo. Las olas se revisten de móviles reflejos de oro que avanzan en bien trazadas líneas hacia la orilla, a la que nadie salvo la aurora acompaña. El firmamento no encuentra el pretexto de ninguna nube y se pierde en el infinito de su creciente azul. Apenas es posible encontrar a la brisa extraviada o dormida. Una fresca delicuescencia avanza y hace suya toda la iluminada dimensión de la cristalina mañana.

La abierta libertad comienza de nuevo, tras escapar de las redes del sueño, para una activa ciudadanía. Tareas y ocupaciones, pero también deportistas y corredores, todo el mundo va y viene a sus asuntos o a sus esparcimientos. La población es como un animal palpitante y sonoro, lleno de vida.

He logrado con agilidad alzarme sobre las incógnitas, sobre los bloqueos de las respuestas inexistentes, he retomado el pulso de cada instante, he dejado atrás el fértil engaño de los recuerdos.

Y la ausencia se llena de asombro, con la plenitud deslumbrante y creciente que las horas matinales escriben con pulso firme y resuelto. Sobre la playa, sobre su sendero de arenas, una metempsicosis oculta comienza a desplegar sus elementos y sus imágenes, renace un tiempo nuevo, cesa ya por fin el invierno. Hay actividad creciente en los chiringuitos, preparándose para reiniciar su festiva oferta de bebidas, tapas y espetos, a la sombra de los cañizos y palmeras. El horizonte chispea con anticipada alegría mientras una mar de clara textura turquesa murmura en la cercana orilla llena de espumas inquietas.

Vuelvo buscando alguna sombra de vez en cuando, para aliviar el calor creciente aunque todavía tolerable de estas mediadas horas matinales. Los bulliciosos gorriones aprovechan mi parada para asomarse cerca y pedir unas miguitas. Las gatas ya tuvieron sus raciones, dos trocitos del enorme pan que llevo se reciben con alegría por las sagaces avecillas.

El mediodía desciende arrollador en su belleza, el mar parece más ilimitado bajo la deslumbrante catarata del sol en esas horas centrales del día. Todavía las olas se alzan sobre las aguas con cierta fuerza. Bajo la incontenible luz más blancas parecen sus espumas.

Al finalizar mi trabajo, queda la leve obligación de un regalo, un diminuto tren al que añado algunos pequeños vagones, que me hablan en secreto de una infancia viva y siempre en mí dispuesta aún al juego y la risa.

La noche acude con sencillez, de la mano de las sombras. Un perrillo libremente suelto por su amo en la playa corre animado y contento por la arena. La única dimensión del silencio es a veces la respuesta a las palabras. Alzo las mías en la abierta esperanza. Que detrás de lo inexpresado, las alas de la felicidad no hayan dejado de elevarse en tu vida.




© Acuario 2010

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