sábado, 20 de marzo de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO











MARZO 20 Sábado


El cielo ha cerrado por vacaciones. Desde hace ya tres días no hemos logrado admirar el magnético azul de la mañana, ni el suave celeste de la tarde. Por no abrir, no abre ni siquiera el sol a mediodía. Pero la temperatura es agradable, templada, acogedora. La mar se ha quedado ausente, es una extensión quieta, gris pálida que imita al blanquecino firmamento. La orilla está inmóvil, silenciosa.

Y así comienza el día, y asimismo tal cual, la mañana y la tarde. ¿Cómo describir a una naturaleza que intenta pasar desapercibida, lejana, encubierta? Parece que temiera desvele algún secreto o artificio, alguna pizca de burla, o quizá exageración provocadora y traviesa. Pero ha llegado el momento de reconocer que con la experiencia de la vida se sabe mantener el ánimo resuelto, alegre y risueño, pese a que todo se derrumbe, que todo se aleje, que nada se conserve.

Asi pues la mañana y yo nos ponemos en marcha. Ella con sus sueños, con la luz de sus ojos sumergida en alguna ilusión ignorada. Mientras voy caminando logro repuntar el peso de mis recuerdos, y aflora la limpia magia del olvido. A mi alrededor, el paseo arriba, el sendero de arenas abajo, están bien concurridos. El mar sin olas parece desnudo, desconocido, quieto semeja ser aún más infinito.

Vuelvo bajo este dosel de tenue claridad, de persistente media luz, que todo lo envuelve en seda imprecisa. Comienza un viento del norte, terral, ligero, pero no trae nada ni cambia nada. Vicky parece saber que he comprado boquerones, a la vuelta me está esperando pedigüeña, mayando desde que me divisa. Unas cuantas anchoas que le ofrezco, las recibe feliz y agradecida.

Está mediada la tarde y una casi inexistente llovizna de gotas mínimas lleva una ligera pátina de humedad a la calle y a la playa. Los pescadores atentos a sus cañas se funden en una sola presencia envueltos en la misma difusa y apagada luminosidad que une la mar y el cielo. No sé cuando, el tiempo se detuvo, nada existe, nada respira ni se mueve. Cesó el escaso viento.

Y con el crepúsculo de forma inapreciable aparece un azul oculto que hace suyo todo, aguas y firmamento. Un azul sólido y denso.

La noche hoy no cierra un día que nunca quiso venir. Lo deja irse, a su aire, con su propio vuelo. El único vacío refulge, debelando incesante la oscuridad y las sombras, la nada es el absoluto más pleno para la mente abierta.

Pero la noche me mira divertida, y se ríe de mis ocurrencias.




© Acuario 2010

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