lunes, 29 de marzo de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

















MARZO 29 Lunes Santo


Abre la mañana su luz, y el cielo se llena de color que lentamente crece hasta el pleno destello, hasta la completa irrupción solar. El tiempo nuevo entrega su ofrenda silenciosa, sobre las aguas, sobre la ciudad, y desborda inexorable los días del pasado que crecen ocultos en la soledad abandonada de la playa. Apenas parece afluir la brisa del norte, pero el limpio envoltorio del aire es fresco y acuchilla a cualquiera que sin abrigarse salga. Las sombras retroceden, sobre el paseo ya comienzan a pasear los perros con sus amos, mientras alguno haciendo ejercicio lo recorre a la carrera. Incansable pasa cerniendo las arenas la renqueante máquina limpiadora, con sus ojos como faros iluminados e insomnes y, encima suya, el destello intermitente de su anaranjada baliza de situación.




El mundo gira, las cosas cambias, pero los gorriones no lo saben, y felices viven entre sus gorjeos, con apenas nada. Tampoco sabré nunca lo que me importa, mi certeza es la duda, no tener quizá más que recuerdos. Mis pasos ya sólo por sí mismos caminan, el destino hacia el que me dirijo no puedo conocerlo ahora, el silencio ha sellado mis ideas, pero la amistad que ofrecí permanece siempre por encima de todo vacío, de toda sombra cerrada.

Tras un rato leyendo noticias en el ordenador, inevitablemente económicas, acudo a la cercanía amiga de Vicky que me espera mientras se quita el frío de la madrugada soleándose acurrucada. Me la llevo bajo un banco, allí medio escondida da buena cuenta de su comida inicial del día. Y pongo rumbo a mi paseo, deshaciendo y haciendo mi camino habitual, sin más nada. El abierto espacio hace inútiles las palabras, las pocas ideas que me quedan pierden su peso y presencia. Con el bolsillo vacío de ellas el sendero se hace fácil y se aligera, mientras conmigo el sol también lo recorre, apretando ya, con su calor y su fuerza.

Algunas nubes han tomado la iniciativa de tomar parte en el asombroso espectáculo de la vida. El horizonte jamás presta consideración a otra cosa que no sea sino el instante presente. Ni el ayer ni un quizás, vive en la ausencia de todo lo que mueve al ser humano. Pero la alegre presencia de Piratilla todo lo desborda con su feliz inocencia. Apenas una ligera ración de comida y la libertad de la playa. Que sencillez vivir sin preguntarse nada.

El mediodía es luminoso, con unos hermosos nimbos que llenan de blanco el firmamento sobre la bahía. Algún atrevido se baña, tras tomar calor largo rato al sol en la orilla. El viento de poniente comienza a traer ligeras y sesgadas olas y espumas a la rompiente en la ribera marina.

La tarde es un ensueño lleno del azul cambiante del mar, bajo el lento discurrir de las sombras de las nubes orondas y ampulosas.

El crepúsculo pinta sus matices de crema y pálidos rojos donde quiere caprichoso, hasta que la noche ocupa el tiempo, el cielo, y las aguas.

No saber nada, nunca. Hasta que el espejo del silencio finalmente ya sin tiempo se rompa.

La luna vuela por el oscuro piélago de la noche, sobre las aguas deja caer con fría indiferencia lejana su líquida y mágica plata.




© Acuario 2010

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