domingo, 21 de marzo de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO










MARZO 21 Domingo


Inapreciable rumor silencioso, oculto murmullo incorpóreo, la lluvia etérea y ligera ha hecho suya la noche, la madrugada y el alba. Nada se mueve en la vacía y primera luz de la mañana. La playa expectante, la ciudad sumida en impreciso sueño, la bóveda del cielo despliega irrevocable una seda gris levemente nostálgica. La soledad de la orilla es abrumadora, una queda y oculta aflicción parece difundirse sobre las inmóviles aguas. El mar sin olas, suspenso, ni respira. Endecha sin voces, lamento sin llanto, queja sin pesadumbre, así quiere comenzar el día.

Un paraguas y un chaleco de lana sobre la camisa, eso basta. La calle húmeda y empapada, desciende grácil una discontinua llovizna. Bajo el resguardo de una bien frondosa yuca está Vicky esperando. Nadie más en el paseo, sólo la gata y alguna paloma. El día festivo, la hora temprana, la pertinaz lluvia, logran que todos sigan planchando oreja, hasta los habituales corredores hoy los echo en falta. Sin ellos el camino se desorienta y me mira un tanto extrañado, pero no dice nada. Extiende su distancia en los velos de la sutil bruma, rodeado de silencio, ya los aguazales recuperados y las bromistas trampas de sus charcos para el que se despiste andando.

Una leve ceniza escasamente iluminada, apenas verde, es la mar. Todo inmóvil, tierra, cielo y aguas. Salvo alguna gaviota planeando y mis pasos, casi nada más se mueve. Piratilla me saluda viniendo a mi encuentro al verme. Aunque ha llovido no ha sido tanto. No le ha hecho falta resguardarse en otro refugio, como a veces necesita si el suyo habitual se inunda. El horizonte a nuestro lado intenta tímidamente trazarse, entre el impreciso firmamento y el mar equívoco y evanescente.

Vuelvo por las calles desiertas del interior del barrio, bajo los oteros que lo cierran a su espalda, la atalaya de pinos que lo limitan al norte. No hay tráfico rodado, se camina con agrado. Me agradan las perspectivas ciudadanas desiertas, ausentes, ensimismadas en su inusual vacío. En su desolación parece todavía oirse el humano bullicio que ahora ha desaparecido.

La tarde es una continuación ilimitada de luz incierta y evasiva. Sólo ya en el crepúsculo comienza el cielo a mostrar su rostro sin nubes, pero la tarde declina y acaba.

Casi de inmediato la noche envuelve en la magia de su sombra a la ciudad y a la bahía. Cuanto más me distancio más clara tengo la perspectiva. Mitad y mitad, incierta verdad, a medias diablura, así fue el juego. Mas tal vez algo ha sucedido, quizá, no yo, Alguien desconocido haya abierto para ti la Vida.

¡¡ Pero es tan grato abandonar en la noche la barca de los recuerdos, y dejar al fin en libertad el ayer en la orilla.... !!



© Acuario 2010

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