martes, 22 de diciembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

DICIEMBRE 22 Martes


Con una indecisa y oscura luz el día intenta comenzar bajo las inclementes ráfagas de lluvia. La playa es un inmenso fangal que busca como puede reunirse en un sola agua con el verde ámbar del mar en la castigada orilla. Las olas fatigadas se van apagando. El cielo no existe, todo es enojo y nubarrón, un turbulento gris oscuro cerrado y amenazante. Las chorreantes palmeras han enloquecido agitadas sin reposo, sacudidas por el viento.

Desde el inicio de las primeras horas de la mañana rola el viento a poniente. Cesa el chubasco, la playa respira aliviada, el horizonte vuelve a mostrar sus perfiles. Aprovecho esta tregua para ponerme en marcha. En los parterres hay una expectante bandada de gorriones. Esperan las miguitas del pan, sobrante de ayer, que para ellos llevan mis bolsillos. Una rápida captura de la mayor parte de las migajas es fácil habilidad para las pequeñas avecillas, siempre eludiendo a algún palomo dispuesto a blandir agresivo el pico para saciar también él su apetito.

El sendero de arenas aparece empapado, rebosante de charcos, abatido y exhausto. Me cede su soledad sin apremio, complacido, amablemente extiende el lánguido vacío interminable de su curso, mientras a su lado en la orilla el mar rezonga extenuado, rendido. Con un silbido llamo a Piratilla, y sale de un agujero del muro, hecha una bien mojada esponja. Afortunadamente no hace frío, le dejo algo de alimento a buen recaudo y cruzo al otro mundo bien distinto que comienza tras el paso de peatones, atravesando la avenida sobre la playa.

Al mediodía comienza el sol a abrirse camino. Como un campo de batalla, todo revuelto por el aguacero, todo ha quedado conmocionado. Las palmeras descansan apaciguadas, los perros vuelven a olisquear todos los resquicios. El aire del oeste huele a océano, trae el latido del cercano Atlántico. El día tímidamente se entibia.

Resiste incólume la tarde las amenazadoras aglomeraciones nubosas, negras como tizones algunas. Pero no llueve. La ciudad se va secando como puede. Cuando termino el trabajo, el crepúsculo ilumina algunos nimbos. Sobre suaves azules y violetas tenues ciertas nubes parecen irradiar desde su interior un fulgor de pálido oro. En el parque las hojas del otoño han caído arrastradas por los chaparrones. Como pueden aún regalan su ocre dócil y afable como última ofrenda a unas aceras grises y frías.

La noche descansa finalmente, arrullada por un tranquilo oleaje, las blancas espumas solitarias recorren sesgadas la orilla en sombras. En la bahía reposan las luces de tres navíos aproados a occidente. La opaca negrura se distiende infinita y sosegada, aliviada de sus tormentosas angustias, adormeciéndose lentamente sin darse cuenta. Por la bóveda entreabierta del firmamento, luminosas y traviesas, algunas indiscretas estrellas curiosean.




© Acuario 2009

2 comentarios:

  1. Al fin!, regresaron las curiosas estrellas!!

    Me pregunto ¿Que cureosean?


    Besitos, besitas, y un Abrazo!!

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  2. Querida amiga SOL,

    que la Estrella de Belén, lleve siempre la Luz del Amor a tu vida. ( sin curiosearte tus cosas )

    Feliz Pascua de Navidad

    josé antº

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