viernes, 11 de diciembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

DICIEMBRE 11 Viernes


Pletórica de nubosidad se viste la mañana. Una luz sosegada desciende sin prisa desde un revuelto océano de nubes, dejando un irisado y suave gris sobre los diversos y profundos azules de las aguas. En la orilla el oleaje, aunque no intenso, ha ido dejando un confuso ámbar de espumas en la arena.

Una amable soledad acompaña a la playa, en toda su extensión vacía. En el horizonte algunas nubes muestran un apagado marfil, un dudoso y amarillento rosa. Nadie encuentra al desaparecido viento, quizá esté escondido también como el sol detrás de las nubes. Las aves han hecho suyas a las estáticas palmeras. Nada mejor que dedicarse a trinar y gorjear, alegremente tomarse la vida.

A la puerta cuando salgo está esperándome oculta en los parterres Vicky, la gata ahora sin amo. Como soy entre sus conocidos el más tempranero en salir, a mí acude para agenciarse el desayuno, una latita, que por supuesto le llevo en el bolsillo. Tras dos o tres maullidos de agradecimento que me dedica, la dejo agazapada tras una motocicleta, comiéndose con serena parsimonia su terrina de pescado. No hace ningún frío, casi sobra el abrigo.

El camino bañado de inefable nostalgia, bajo la luminosidad indolente del entreabierto espacio nuboso. El mar lleno de inmóviles azules jaspeados con pálidos grises, de vez en cuando se le oye removerse en la ribera, rezongar sobre las arenas desoladas y solitarias.

Con el mediodía comienza a ganar el sol dominio, se reafirma luciendo cada vez más espléndido y completo. Al iniciarse la tarde el cielo se muestra en toda su extensión limpio. Un celeste algo difuso se despliega ilimitado, los paseantes se sumergen en una cálida atmósfera de nuevo soleada.

Sigue sin hacer fresco cuando salgo del trabajo, ya vencida la tarde, casi anochecida. En la arena entre sombras los pescadores con sus cañas. En lo alto han puesto unas ligeras luces que avisan con su movimiento cuando el pez pica. Parecen luciérnagas detenidas al borde de las negras olas, escuchando su murmurar tranquilo e impreciso, indescifrable y oscuro. En la bahía una barca echa la red, detenida a un tiro de piedra de la playa.

Alumbrando entre velos de humedad y sombras han llegado algunas indecisas estrellas.



© Acuario 2009

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