martes, 15 de diciembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

DICIEMBRE 15 Martes



Ilimitado, el horizonte es todo suyo, la fría mañana lo recibe alborozada. El sol es hoy invicto señor de calor y vida para una playa entumecida aún por una madrugada sin alma, gélida, vacía y hueca vastedad de sombras heladas.

Ha aminorado el viento su alocada y confusa carrera. Hoy la vegetación descansa. El mar pletórico y calmo, azul radiante, sin brumas. Un cielo perfecto. Preciso y limpio añil vivo.

La mañana luce un entusiasmo exultante. Soleándose agradablemente, las palmeras parecen rejuvenecerse, la arena tiene un matiz nuevo, la playa vacía prescinde de su soledad y se abre libre y desenvuelta, fascinada por el infinito firmamento azul que se extiende sobre ella.

No abandono mi pertinaz bufanda pese a todo, prescindo eso sí del sobretodo, sólo un chaleco de lana es suficiente bajo esta luz completa y templada de diciembre, mil veces sagrada. El camino de arenas extiende inacabable un dorado color terroso. Tras el soplo del vendaval ayer, el aire ha barrido la superficie de pisadas, y muestra un aspecto primigenio, sólo se ven en él escasas huellas de gaviotas y palomas.

Frisando el mediodía el viento rola a poniente, oceánico y húmedo, fresco, haciendo flamear con inexplicable elegancia los jirones alargados que otrora fueron banderolas en los merenderos, ahora cerrados. La luz todo lo inunda, la playa se llena de alegría, en la orilla el mar sólo logra apenas mecer unas tranquilas aguas sin olas. Las gaviotas se han aposentado sobre la bahía, flotan en blanco y arracimado grupo al pairo.

Cálida y soleada la tarde, recupera hoy su agradable somnolencia vespertina. El aire cristalino parece acercar mágicamente la viva reverberación del profundo azul que se despliega desbordante encima de la ciudad.

Con más trabajo del habitual, al salir del mismo ya anochece casi. Las calles se llenan de luces anunciando la Pascua de Navidad, los viejos álamos algunos centenarios, horadados, vencidos por el tiempo, se han cubierto de miríadas de luces. Sus troncos lastimados y seniles renacen envueltos en un iluminado sortilegio intemporal.

La noche comienza a ser fría, sólo algún perro pasea a su aterido amo por la calle. En la playa de vez en cuando se vé una fugaz y escasa línea blanca de espumas mínimas en la orilla, un apagado rumor inaudible se pierde entre la opaca negrura.




© Acuario 2009

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