sábado, 12 de diciembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

DICIEMBRE 12 Sábado


Con tranquila delicadeza, a medias velado tras una ligera urdimbre de nubes, el sol lentamente inicia una dorada mañana. Es quizá necesario creer que hay viento de levante, casi camuflado en leve hálito imperceptible y callado. El mar asimismo es un piélago aletargado, quieto y enmudecido, suave plata azulada detenida. Sólo un leve estremecimiento riza la superficie marina, ni siquiera imaginándolas pueden verse olas en la orilla. Es sólo apenas un leve flujo y reflujo silencioso del agua lo que alcanza en la playa a la arena.

Sin demasiada determinación el sol aflora a media mañana su luz casi completa, el cielo es blanquecino, satinado con una fina nubosidad inapreciable, mientras el mar inmóvil espejea y se enjoya de esa argéntica luminiscencia que sobre la bahía se ofrenda.

Como ya ha templado algo el día, me pongo en marcha. El camino transitado a esa hora con cierta profusión de viandantes, resueltamente alegres bajo la suave y ligera luminosidad, estimulados al ejercicio por la realtivamente fresca temperatura. Las palmeras descansan sus palmas algunas vencidas y secas. El horizonte en la lejanía se abre en imprecisos sueños.

Al mediodía el litoral y la ribera se han llenado de cierta afluencia de personas y el levante ha ganado alguna intensidad, incluso quiere presumir orgulloso de su fuerza, sin llegar a ser más que ligera brisa. Los niños juegan en los columpios y toboganes, los merenderos ofrecen su templado sol y sus mesas. De vez en cuando algún coche de caballos pasa transportando complacidos turistas que todo lo miran.

Cuando la tarde se inicia el cielo va ganando densidad brumosa, el sol es solo pálida luz crema que apenas perfila sombras, la playa se queda pobremente vacía, la temperatura refresca. El firmamento y el confín de las aguas se funden en una sola claridad lechosa. Agua y aire toman el mismo color y aspecto, celeste y blanda crema. En la lejanía, en una sola dimensión líquida o aérea, (¿levitan o flotan?), los buques sujetos por sus anclas aproan hacia el este. Toda la bahía y la nubosidad que la rodea se hace finalmente suave amarillento ámbar.

Hasta que la luz declina lentamente. Cercanas a la orilla asoman las bocas de las lisas cazando en la superficie del agua que el crepúsculo baña de rosa y violeta.

La noche abre su oculto corazón a la secretas confidencias bajo la protectora oscuridad de las sombras. Su frío y negro manto se extiende silencioso por la ensenada marina encubriendo aguas y atmósfera en un único abrazo. Una bóveda cerrada sin luna y estrellas.

Sólo las luces de dos navíos anclados proclaman un iluminado sortilegio, que se derrama en reflejos silentes y temblorosos, sobre la impenetrable opacidad líquida de la mar dormida.



© Acuario 2009

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