sábado, 19 de diciembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

DICIEMBRE 19 Sábado


Aunque sobrepasando un cierto acúmulo de nubosidad en el horizonte el sol levanta bien animado su luminoso vuelo. La mañana lo recibe alborozada, las arenas húmedas y frías comienzan a templarse, la vegetación luce esplendorosa, placentera, renovada y distinta con el agua caída el día de ayer. Las aves proclaman su alegre reencuentro diario con la vida.

Una luz cálida se derrama por las calles vacías, secando charcos y saludando con su amigable sonrisa a los escasos peatones y deportistas que encuentra. En las manos de un ligero noroeste se mueven suavemente las palmeras. Ni fresca ni fría, hay una agradable temperatura desde el refulgente inicio de este sábado templado y radiante.

LLevado del entusiasmo que esta resplandeciente claridad del día regala, hoy se anda el camino con especial energía. Hay que evitar algún barrizal que otro, sobretodo si se va distraído mirando el suave y verde ámbar del mar, mientras murmura relajado con feliz y tranquilo oleaje en la orilla. El sendero se extiende buscando incansable su propio destino, mientras sobre el horizonte se despliegan interminables en largas franjas amarillentas algunas nubes escasas.

Al mediodía el viento cambia. Comienza a llegar un levante de cierta fuerza, que en seguida cubre de oleaje y espumas la playa, la rompiente se anima, la mar agitada proclama con intensidad creciente su altivez deífica. El firmamento se llena de enormes y oscuros cúmulos nubosos, pero no traen lluvia. La tarde vive estremecida quizá con cierto temor por el sordo rugir de las olas abatiéndose con lenta y persistente cadencia.

El crepúsculo concede unos instantes de luminosidad nacarada y marfil a la ceniza enfadada de las amenazadoras nubes sobre la ciudad. Y sin pausa la noche envuelve en oscuridad y sombra toda la escena marina y urbana.

Bajo el cielo nocturno iluminado por el reflejo lumínico de la ciudad en suave naranja, aunque el viento ha cedido, en la bahía el mar continúa rebullendo poderoso e inquieto. Algunas olas bien crecidas se van rompiendo y abatiendo a bastante distancia de la orilla, dejando detrás como nívea siembra su ofrenda de blancas espumas esparcidas sobre la negrura de las aguas.

Un solitario carguero anclado en la bahía señala con sus luces su presencia. Se diría abandonado en mitad de una sombría noche, sin luna ni estrellas.




© Acuario 2009

No hay comentarios:

Publicar un comentario