domingo, 13 de diciembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

DICIEMBRE 13 Domingo


El día se medio asoma, sin mostrarse del todo, entre nubes, sin apenas descanso el cielo cubierto, gris exhaustivo y completo, que el amanecer pinta con leves tonos rosados y amarillos en el horizonte. El mar asombrado, se ilumina tan sólo con una exigua luz de claraboya, filtrada. Sin olas, quieto, con decaída escasez algún cansado movimiento de las aguas llega a la orilla, hoy desolada. La mañana es húmeda, algo fría, vacía y olvidada. Las palmeras soportan con estoica indiferencia todas las ausencias, abandonadas pero nunca vencidas, nada las mueve, el viento no encuentra hoy abierto su camino.

Las aves disponen de todos los espacios olvidados, de toda la calle, para rebuscar y volar. Hacen alegremente suyos bancos, parterres, aceras, todos los huecos urbanos que avizoran.
De vez en cuando algún corredor sin detenerse nunca, pasa a su ritmo, a su aire, a nadie encuentra, suya es la playa. El día desangelado y festivo ha dejado a todo el mundo en casa.

Y claro está, cuando salgo, la necesidad obliga, Vicky la gata me espera, con el apetito ya en marcha. Agradecida me dedica algunos maullidos, mientras la dejo tranquilamente entretenida comiendo. Es ya la media mañana, el paseo presenta ya cierta afluencia de personas y paseantes. El horizonte se pierde entre brumas y cielos oscuros, pero sin amenaza de lluvia, nadie lleva paraguas. De vez en cuando, sobre los barcos detenidos en la bahía, el sol asoma su luz brevemente, llenando de azul y plata a las aguas y definiendo los metálicos perfiles de los navíos.

Las arenas no han despertado aún del sueño, con un aspecto aturdido esperan todavía la claridad que no les llega. Una nueva máquina limpiadora se pasea orgullosa por la playa. Ostenta un aspecto potente, su pintura está sin herrumbre, sus movimientos no son tan ruidosos ni desvencijados, tampoco rechina quejumbrosos y metálicos ruidos. Hasta parece ir más de prisa de un lado a otro, aparenta caminar altanera, presumiendo de agilidad y eficiencia.

Con el mediodía el sol consigue entreabrir el cielo, y llevar una luminosidad desgajada y pálida, débil, sobre la ciudad sin rumores, inmóvil y adormecida. La calle parece recuperar un poco de vitalidad, pero no hay apenas peatones. La playa solitaria, sin despertar todavía. En la bahía una regata de balandros llena de pequeñas velas blancas la grisura azul de la ensenada.

La tarde se aleja en claridad indecisa que se apaga lentamente, una tibia luminiscencia crema durante un escaso tiempo, y a poco todo se consume en azulada ceniza, mar y cielo, aire y aguas. El día se extiende sin fuerzas, y sin realmente haber venido va finalizando, ajeno a sus carencias, a su inexistencia.

Esperando a la noche en ciernes, las balizas de los buques desafían el ciego destino de una oscura bóveda sin luna ni estrellas. La ciudad asimismo rebelde, se extiende en luces a ambos lados de la bahía, inventando todas las luminosas joyas que hoy el cerrado firmamento niega.




© Acuario 2009

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