sábado, 26 de diciembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

DICIEMBRE 26 Sábado


Toda la noche la tormenta encima tronando, relampagueando. Apoteosis del agua, sin límites, sin descanso. Hasta que una confusa alborada se inicia, clareando vagamente entre el denso piélago de nubosidad del firmamento cerrado. La playa muestra silenciosa sus heridas, las huellas sobre la arena de los líquidos aluviones buscando vaciarse en la orilla. El mar se ha detenido, el viento se oculta asustado. Apenas asoman los habituales trinos de las avecillas aún escondidas.

Hay un respiro a esta hora primera de la mañana, la lluvia ha cedido. Bien oculta y protegida está Vicky cuando salgo aprovechando este medio despejado intervalo. La humedad no encuentra más lugares donde instalarse, la calle es toda un puro charco, cruzar por ella al otro lado es más bien vadearla. La arena en la playa está agotada, aplanada, terrosa.

Sin olas casi en una silenciosa orilla, la mar es hoy una extensión ocre, sólo a cierta distancia se atreve a mostrar un verde ceniza pálido. Nadie en un camino que ayer lo era, aguazal casi continuo sin remedio. Apenas llueve, sólo alguna gota solitaria cae de vez en cuando, haciendo suya con una alegre y leve onda toda la superficie de la charca en la que se sumerge.

El cielo encuentra un sereno descanso en el espejo del agua de los pobres cenagales. Mientras ellos, calladamente, sueñan con ser el cielo que reflejan.

Aprieta de nuevo la lluvia cuando vuelvo, el paseo es entonces sólo mio. Nada más que el apagado redoble de las incesantes gotas cayendo sobre la copa del paraguas, las palmeras a un lado me observan un punto irónicas y chacoteras.

Un viento de poniente ligero da principio a la tarde mientras ahora como leve aguacero cae el agua casi en silencio. Aproan enfrentando al aire tres buques anclados en la bahía, la precipitación borra sus perfiles y los envuelve en fina bruma.

Es la media tarde cuando indeciso el sol se asoma. Poco a poco el crepúsculo se va abriendo, pinta de leve violeta el cielo tras las escasas nubes que se han quedado rezagadas mientras un amarillo marfil se adueña del firmamento por el oeste.

En la orilla un blanco oleaje barre sesgadamente la playa. Las estrellas asoman su luz caprichosa y viva, mientras en el puerto refulgen dos cruceros llenos de luminosidad, relumbrando entre las sombras.

Al final se hace dueña de una noche ya despejada la luna, una mitad clara y la otra mitad en sombra. Deslizándose alrededor de ella, algunos jirones de escasas nubes la envuelven con seductores velos de misterio y enigma.




© Acuario 2009

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