lunes, 28 de diciembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

DICIEMBRE 28 Lunes


Frente al incompleto y deshecho lienzo de nubes, entreabiertas sobre el horizonte, el sol proyecta todo el arrebolado bermellón de su fuerza iniciando el día. En las aún oscuras, quietas y azules aguas se mezcla todo ese encendido rojo creando una extensa superficie púrpura, derramándose como vino de la furia desde el cielo. Pero en breve todo se aplaca, y todo se transforma en alquímico regalo, nace el oro líquido de las aguas desafiando al aúreo cromatismo que a las nubes el sol alzándose entrega.

El mar se extiende con una mansedumbre adormecida, no hace apenas viento. El leve rumor de las escasas olas es la única compañía que encuentra la playa. En el puerto las enormes gruas descargan los apilados y sobreabundantes contenedores de un buque atiborrado de ellos, de todos los colores, como inmensas fichas de infantil juego. Desvencijados y oxidados algunos, agotados y cansados de caminar de un lado a otro, sobre mares y oceános sin destino fijo.

La nubosidad va creciendo, unas nubes altas y extensas ocupan el cielo cuando salgo, eso sí, sin descuidar el paraguas. La calle se anima prontamente, el dia laborable comienza. Hace una fresca temperatura sin llegar a ser declarado frío. Una tierna claridad tibia y crema se abre paso sobre el horizonte medio despejado, único lugar donde la luz solar respira. El camino casi solitario me abre paso agradecido, quizá se siente abandonado, aún ojeroso de charcos. Las palmeras con el agua caída se muestran contentas aunque un poco displicentes y altivas.

Dejo a Piratilla acabando su ración matutina, y tras un rato haciendo acopio de víveres y bebida, el carro hasta las trancas y yo enarbolando el paraguas frente a alguna gota atrevida, iniciamos una estratégica retirada antes de que comience en serio la lluvia.

Pero no hay tal, no cae agua, sólo son bromas o inocentadas de las nubes, que hoy es en España el día especial dedicado a tomar el pelo a cualquiera. El día de los Santos Inocentes, pues a colgar un muñeco, recortado en papel y colgando de un hilo, a la espalda del primer despistado que pase, sin que logre darse cuenta.

Al iniciarse la tarde, ahora sí, cae una apacible, menuda y leve lluvia silenciosa. El mar se llena de plateados senderos y meandros sobre su azul profundo, cobalto oscuro. Cerca de la orilla muestra un opalescente turquesa limpio. Alguna turista, valquiria atrevida, quiere bañarse. Un salir y entrar, más no es posible, aunque se esté acostumbrada al frío.

Con el crepúsculo se descubren ligeramente los cielos. En el firmamento sobre el mar un rosa impreciso se mezcla con las alargadas nubes incompletas. Todo está húmedo, la calle, el paseo, la playa, cuando la noche llega.

Sobre la línea del horizonte, horadando la negrura de las aguas y el cielo, se extienden las luces de las barcas de pesca. Algo más de docena y media, se despliegan de un lado a otro del confín de la ensenada marina.

El oscuro silencio se quiebra en la orilla con el sigiloso respirar tranquilo de las olas pequeñas y mínimas.




© Acuario 2009

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