jueves, 10 de diciembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

DICIEMBRE 10 Jueves



Desde algún lugar, desde algún sitio han llegado estas nubes que quieren iniciar ellas solas la mañana. Enmarañadas como oscuros vellones de algodón, han cubierto de suave ceniza gris el líquido nácar azul del mar quieto, casi estático. Una brisa lenta del este consigue trazar momentáneas ondas en la superficie del agua, que trastocan y mueven evanescentes y apagados reflejos de vieja y fluída plata sobre la bahía. El sol espera agazapado y oculto, en ocasiones se abren escasos huecos en el dosel nuboso, que le permiten iluminar con sus generosos rayos por breves momentos reducidas parcelas de la ensenada marina, inundando las aguas de destellos y vida.

El día muestra un aspecto calmado, apacible, ligeramente fresco. La playa se presenta con esa melancolía tranquila que las mañanas nubladas escriben en sus vacías arenas, tenuemente oscurecidas bajo la luz mitigada de un cielo turbio e indeciso. Con un tinte ligeramente sombrío, impreciso y oscuro, anclado en el centro de la ensenada desde ya hace varios días, se puede ver en la distancia el perfil del buque auxiliar de la armada. El escaso humo de su chimenea vuela apenas perceptible entre la plomiza nubosidad lejana del horizonte.

El camino hoy silencioso, se extiende sumergido en la agradable claridad relajada que el firmamento ofrenda, la orilla marina enmudecida, todavía sin olas. Los habituales caminantes, algunos ya conocidos, cruzamos saludos. Continuan trabajando en reafirmar con escolleras de piedras la zona siempre más castigada por los temporales a fin de contener las arenas y evitar que el oleaje de levante las arrastre y acabe con las playas. El mar hoy callado, disimula bajo un inocente aspecto de inmenso lago.

Hacia el mediodía se van abriendo las nubes, el sol curiosea a la ciudad y al puerto con una luz filtrada levemente por un cierto velo blanquecino, formado por la humedad residual del pálido cielo. Comienza a entibiarse la tarde, el viento de levante apenas se dá prisa. En la ribera marina también algunos han decidido solearse tumbados y ver pasar sin apremios la vida.

Cuando termino mi trabajo ya la tarde finaliza. La ciudad bulle de actividad y tráfico, y asimismo atascos. Luces sobre el tendido de las calles, adornos navideños, compras y mercadeo en los abundantes expositores de regalos instalados en la larga avenida del parque. Las nubes han vuelto y se comienzan a pintar con los tonos amarillo salmón que las farolas de la ciudad proyectan. Las gaviotas vuelan bajo, sobre los edificios, en grupos abundantes, con sus enormes alas planeando abiertas.

Una noche cerrada o acaso medio abierta, quizá algo absorta en ella misma.

Sin tronar, tal vez debido a su lejana altura, algunos rayos entre una nube y otra iluminan de repente el oscurecido firmamento. El mar no se asusta, murmura plácidamente en la orilla, pero las estrellas se han escondido.




© Acuario 2009

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