miércoles, 30 de diciembre de 2009

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

DICIEMBRE 30 Miércoles


No se abre camino con facilidad el sol entre las porfiadas nubes. La extensión gris acerada del mar expectante observa su enconada pugna. Sólo algunos altos jirones de nubosidad se iluminan de inquieto y esplendoroso amarillo, que por contraste logra trasfigurar al contiguo y fresco azul del cielo, consiguiéndole un asombroso realce lleno de vida. La bahía muestra una revuelta superficie de olas, asediadas con incansable persistencia por ráfagas de viento. Poniente que desde ayer vino trayendo desde el oeste el profundo hálito oceánico del Atlántico.

En abiertas bandadas han estado sobrevolando desde el alba grupos de gaviotas, sin destino aparente, surgiendo desde el interior de la oscuridad de la noche. Con la mañana algunas se han posado en flotante agrupación sobre la mar cerca de la playa. Un blanco oleaje pasea sesgado por la orilla. Pletórico de soledad, dueño únicamente él sólo del vacío de la madrugada, un pescador se acompaña de su sedal, alzado por su fuste. Atento y pendiente de la mínima oscilación que indica el asalto del pez al cebo del anzuelo.

Hoy es un día recargado de tareas, no puedo demorarme desidiosamente. Un ufano y alegre chaparrón me recibe justo al poner pié en la calle, pero dura escaso tiempo. El sol casi de inmediato acude vanidoso a contemplarse en el espejo que han dejado las aguas encharcadas en algunos recodos sobre la acera. Sobre el largo parterre de césped y palmeras alguien ha pasado dejando para gorriones y palomas una abundante provisión de migas, que ahora empapadas deben ser más apetecibles y fáciles de picotear.

Húmeda se ha vuelto la mañana. El camino se muestra con un ocre tostado, el mar levemente azul oscuro, la rompiente habladora, el horizonte bien trazado. Mientras se va cerrando la nubosidad de nuevo y la luz se hace opalescente y traslúcida. La arena se resigna con mansedumbre sabia, su dócil y experto tiempo no tiene límites, su final es el infinito.

A la vuelta reanudo operaciones y tareas programadas. Los papeleos me llevan al centro de la ciudad, desde donde se ven, sobradamente amenazados por tenebrosas y cerradas nubes, los montes que cierran hacia el norte, bien a lo lejos, la espalda a la población. Persiste el poniente, mientras hacia el sur se abren de vez en cuando las nubes. Un fugaz sol aparece, y jugando caprichosamente se vela de nuevo.

Disfruta de una ligera luz soleada la tarde. Sobre las aguas la blanca formación flotante de gaviotas ha crecido, como si fuera una pequeña nube caída del cielo, bañándose en la bahía. En la distancia el viento abate la cresta de las olas, y deja níveas espumas sobre la superficie marina, quizá queriéndonos hacer creer que son gaviotas.

La noche inicia un espacio mágico de sombras. La luna totalmente redonda, adornada de escasos y miríficos andrajos nubosos, derrama su luz oscura y líquida sobre las negras y bulliciosas aguas. Un autogiro, un helicóptero pasa con su ronco batir de alas, haciendo con sus luminosas balizas continuos guiños. De vez en cuando, algún chicuelo explosiona un petardo en la arena.

Mientras la mar, con perenne rumor de olas que nadie escucha, sus secretos ocultos incesante cuenta.




© Acuario 2009

No hay comentarios:

Publicar un comentario