viernes, 21 de mayo de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO



















MAYO 21 Viernes


Con delicada ternura o quizá indecisión el alba asciende sus clarines de luz sobre la detenida arista del horizonte. Suavidad uniforme de sus azules que se iluminan en un cielo sin límites, que imagina con añoranza las estrellas que tuvo y desaparecieron hace un instante sin apenas darse cuenta. Sobre las aguas el firmamento no cesa de admirarse, en silencioso asombro encuentra para su misterio otra dimensión en el piélago marino, que ofrece su espejo al espacio que se abre sobre él. Olas de levante acuden largas y solitarias, en secuencias de espumas sobre la orilla en penumbra. La playa recupera de nuevo sus ocultas e inacabables distancias, perdidas en la oscura noche, que finalmente abandona la arquitectura de sus sueños de sombras sobre la ciudad y la bahía.

Con habitual constancia y siempre fiel a su cita, Vicky atenta a mi silbido aparece sin tardar nada apenas. La mañana es aún fresca, el sol la va entibiando, pero es mejor buscar la media sombra que proporcionan las palmeras. La luz completa es ya la única dueña de la playa, que se llena de bañistas en estas primeras horas. Las palomas y los gorriones compiten por las migas que les dejo sobre los parterres de hierba.

El camino antes transitable y limpio por las lluvias del invierno y la primavera, con la última remodelación lo han cubierto de una medio tierra medio arena polvorienta y molesta. Casi es mejor abandonarlo en ciertos tramos, y continuar por el paseo que sobre la playa la circunda. Habrá que esperar de nuevo otro invierno para que al recibir chubascos y aguaceros se limpie esa mezcolanza en la que está revuelta la arena.

Piratilla se va a poner más que gordita, de anónimas cenas bien provistas, y de los desayunos que le traigo que apenas prueba pero que durante el curso del día de ellos da buena cuenta y nada deja. Es difícil hacerle alguna foto, es nerviosa, y desconfiada hasta de mí, pero encuentro alguna ocasión cuando se queda quieta con las incesantes limpiezas de pelo que lamiéndose una gata se administra a todas horas.

Gracias a la continua brisa marina el mediodía lleno de luz y calor es al menos fresco a la sombra. Las olas y los bañistas juegan, las espumas se extienden por la playa y la orilla. El mar ha tomado un color ocre ambarino en la rompiente, mientras es cobalto y verde en la lejanía.

Hay trabajo, pero termino bien a mi hora. La ciudad no descansa por la tarde, sólo los peatones caminamos sin prisa. El parque ofrece siempre el amable refugio de su arboleda, y el camino se hace agradable protegido del sol aún vivaz hasta en esas horas. El puerto remansa sus aguas, y los buques detenidos en sus muelles toman un aspecto adormilado y soñoliento.

La bahía se agita entre las olas que se oscurecen cuando la tarde declina. Se van los últimos bañistas.

Sólo queda el murmullo del mar poderoso y eterno.




© Acuario 2010

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