sábado, 8 de mayo de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO























MAYO 8 Sábado


Es tal el inmenso vacío de la madrugada que no encuentra espacio donde asentar el pié la mañana. En su cristalina luz el alba ha renunciado al discurrir del tiempo, mientras alzan el vuelo sus fríos y siderales azules flameando en los encendidos y rojos clarines del sol que se aproxima. La noche inicia su ausencia y las últimas estrellas atribuladas ocultan sus lágrimas de luz en la diáfana grandiosidad de la aurora. La mar llena su calma con el espejo que el cielo le ofrenda. Las palmeras no saben donde está el viento, quizá dormido todavía, mientras la orilla algo parece esperar silenciosa ante una lámina de agua detenida y quieta.

Hoy el sueño nos concede sus brazos y antes de darnos cuenta el sol alborota con alegría anunciando la media mañana. Siempre en su lugar preferido, bajo el mimbre de un sillón protegida, observando a todo el que pasa, ahí esta a la espera Vicky. LLamarla y verla venir al instante confiadamente es para mí toda una diminuta pero inmensa dicha.

Bajo el ala del sombrero apenas puedo defenderme del oceáno de luminosidad que comienza, en el camino crecen sus distancias bajo la generosa abundancia que el sol obsequia. Una oportuna brisa marina logra refrescar las arenas. Nada impide hoy al horizonte abrir sus brazos y tomar y abrazarlo todo. En el limpio trazado de su línea el mar y el cielo conversan.

Piratilla está sentada, a la puerta de su refugio, impaciente sacia su apetito sin dejarme terminar de ponerle su comida. Cuando vuelvo de la compra, medio puñado de boquerones, de anchoas, hacen su delicia. Ronronea bajito, con apenas dos palabras, con sólo dos mimos, alguna zalema.

El mar se llena de refulgentes brillos y reflejos, mientras, mínima en la distancia, navega lenta y desidiosa alguna vela. Los bañistas no acaban de creérselo, el mediodía es ultraterreno, un eón único, un sólo espacio de luz en el que se diluyen todas las ideas. El mar no sabe decidirse entre la turquesa más encendida y viva o el cobalto más esclarecido y profundo.

La tarde es suave e inexistente, con discreta delicadeza va dejando sus horas de infinito y su claridad que lentamente nos deja.

Una ligera bruma, bajo un cielo de líneas rosas, va trayendo el viento de levante mientras la orilla se llena de rumor y voces marinas. El viento es húmedo, y los murmullos de las olas comienzan a escribir indescifrables poemas en el manto de la noche que se acerca.




© Acuario 2010

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