





Con la aldaba en su mano el estío, golpe a golpe, reclama del tiempo sus puertas abiertas. El cielo ha desplegado todo su vacío, radiante y tumultuoso. Sin límite alguno la luz ondea.
Temo tu recuerdo, agudo filo de encriptada violencia. Me opongo a releer tus palabras y tus huellas.
La tarde y yo, también tu, necesitamos el olvido. Vivir es dejar atrás la ofrenda que un día se hizo. Hasta que entregándolo todo no se camina, se vuela. Hasta que nada somos, tan sólo fuimos.
Frágil y efímero, carente de valor. ¿Dónde sino en Tí recobrar mi aliento? Acompañado de todas las ausencias, inalcanzable crece el espacio de mi silencio.
La brisa al final del día prescinde de su transparente sendero. El cristal del aire quisiera encubrirse tras su detenido e invisible abanico.
Temo tu recuerdo, agudo filo de encriptada violencia. Me opongo a releer tus palabras y tus huellas.
La tarde y yo, también tu, necesitamos el olvido. Vivir es dejar atrás la ofrenda que un día se hizo. Hasta que entregándolo todo no se camina, se vuela. Hasta que nada somos, tan sólo fuimos.
Frágil y efímero, carente de valor. ¿Dónde sino en Tí recobrar mi aliento? Acompañado de todas las ausencias, inalcanzable crece el espacio de mi silencio.
La brisa al final del día prescinde de su transparente sendero. El cristal del aire quisiera encubrirse tras su detenido e invisible abanico.
Incontables y ocultas, en estancias ignoradas, inesperadamente el corazón nuevas luces encuentra. Con delicada calma la ciudad va encendiendo las suyas
Tres es el guarismo que el asteroide DL precisa, mientras la noche asciende en su elipse de sombras.
Una voz que calla, bajo mis palabras, siempre. ¿Será la mía?
© Acuario 2010
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