jueves, 20 de mayo de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO
























MAYO 20 Jueves


Sobre la bahía la noche va transformando en denso azul las sombras. El mar respira apenas, en largas pausas apagadas, meciendo con sus escasas olas levemente las luces y balizas de una embarcación cercana, a pocos metros anclada de la orilla. Olas lentas de levante que acuden desde la húmeda oscuridad de las aguas iluminando con sus blancas espumas la ribera marina. Hasta que la superficie de la ensenada se hace plateado espejo del cielo, que llena de líquidos matices anaranjados y rosas el espacio infinito de su lámina acuática. El apagado rumor del oleaje y la brisa de pies ágiles y ligeros juegan y se abrazan sobre la arena.

En completa desnudez mitológica la aurora espera la irrupción solar sobre el horizonte, la eclosión súbita del sol en su carro de fuego. Ni una nube, todo el firmamento será suyo, toda la bóveda celeste vacía y limpia. El tiempo preferido de las palmeras, orgullosas y tenaces, estallidos de vegetales simetrías vencedoras de tormentas, triunfantes sobre los vientos y el marino salitre que llena sus palmas de seca y blancuzca cellisca.

Todo está naciendo de nuevo, todo es lo mismo, y nunca es lo que ayer vimos. Artificio del tiempo, que nos entrega el milagro de los días, que nos llena de ausencias y recuerdos. En pocos instantes ya la luz es completa, la mañana se solea. Vicky confiada me espera, sabe que si no la veo le envío un silbido de aviso. Acude a él con animado entusiasmo, con alegre determinación apresurada cuando como hoy he de llamarla, perdida por algún sitio.

El paseo luego siempre me eleva de ese fondo emocional a medias planeando y en parte inmerso en las redes de alguna idea que se me ha metido en los bolsillos. Pero un rato andando y las ocurrencias toman un matiz distinto. Y así, sin darme cuenta estoy ya con Piratilla, harta de cenas copiosas, que sin acabar todavía le dejó ante su puerta el servicio nocturno a domicilio. Ante ésto no puedo esperar que ataque con apetito su desayuno, así que sin más se lo pongo dentro, y le doy alguna caricia que recibe zalamera y agradecida.

El viento de levante comienza a tomar fuerza, y el mar eleva sus olas, la orilla se llena de espumas, y los bañistas de dificultades para entrar y salir del agua. Pero el día refulge de luz completa, el sol toma todos los espacios del cielo. El mediodía es transparente y abierto, cálido y lleno de la presencia y aromas del mar inquieto.

La tarde me ofrece el encuentro con la ciudad, con el trabajo. Terminado éste, paso de vuelta andando por las calles cercanas al puerto discretamente transitadas por el decidido viento. La vegetación del parque comparte gustosa sus arbolados volúmenes con las más diversas especies de aves, desde cotorras hasta palomas o mirlos, gorriones y a veces abejarucos.

El día termina, enlazando cielo y aguas en suaves violetas, pálidos grises, azules adormecidos. El mar ha tomado un aspecto más tranquilo, siguen llegando olas bien formadas, su persistente salmodia se extiende por las arenas, su cerrado lamento se abre buscando como un niño los brazos de la noche que acude a su encuentro.

La mar lo sabe todo, pero el mar se desconoce a sí mismo.




© Acuario 2010


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