miércoles, 5 de mayo de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO















MAYO 5 Miércoles


La luna guarda silencio, busca un lugar de polizón en el amanecer que ya se asoma a las abiertos ventanales del alba. Blanca y pálida entre los últimos velos de la noche, discreta y erguida en la monterilla de la madrugada asoma su traviesa mirada. El horizonte comienza a iluminarse, extiende un anaranjado oro, un amarillo que crece y quiere elevar su vuelo sobre el denso azul frío del limpio cristal de la aurora. El viento ha cesado casi, sólo es una brisa que desde el noroeste apenas pulsa la todavía oscura lámina dormida de las aguas. La playa somnolienta se va desperezando.

El tiempo no guarda reposo ni recupera los instantes que atrás deja, sólo la memoria toma conciencia de las ocultas luces que brillan incombustibles con vida propia en las redes del olvido, en los laberintos del ánima. Pero la mañana es impaciente, y el sol toma al asalto, vencedor único, todas las distancias. Las palmeras celebran la sonrisa de calor y luz que las ilumina, mientras los gorriones entablan su festivo altercado de trinos y gorjeos bajo las verdes palmas. La arena comienza a entibiarse, la orilla asoma tímidamente alguna blanca línea de húmedas espumas.

Asisto con cierto asombro desde la lejanía, a veces mal soportada, en la que resido, al devenir de los días, los altibajos del mundo, al recuerdo que me asalta y me tiende amigable su evocación, el cálido perfil de sus huellas. Arrobado o en la inopia, ensimismado, con la extraña sensación de ocupar un mundo que no es mío, la ausencia de vinculaciones afectivas me brinda una alada disposición y libertad en la que solitario Robinson habito.

Cuestión irresoluble, el ser anida en una soledad tan inmensa como desconocida para él mismo, sólo el milagro de un instante, la plenitud infinita del amor que sólo la libre voluntad logra hacer eterno, son las especulaciones que me acompañan mientras camino. Las arenas y el sendero de la playa también me acompañan, y aún desde la distancia el alegre trazado de un horizonte excelso, puente de unión entre un cielo inalcanzable en su azul perfecto, y la mar espléndida con sus turquesas palpitantes de luz, respirando como un ser vivo.

El mediodía cobra la fuerza rotunda de quien sabe trascender en la luz completa todas las dudas que alguna vez tuvo, sobre el mar laten los metálicos y líquidos reflejos que los destellos del sol siembran generosos, los bañistas parecen haber desaparecido inmóviles en las arenas llenas de calor deslumbrante.

El paso de la tarde es ligero, a lo largo del parque vuelvo caminando entre las escalas descendentes y ascendentes de mi curso ideativo. De alguna manera el crepúsculo hoy quiere pasar inasible y desapercibido.

En su lento azul la noche va abriendo con limpia sencillez los ocultos intervalos del universo, su inalcanzable misterio de juguetonas estrellas y luceros pícaros.



© Acuario 2010




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