sábado, 15 de mayo de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO




















MAYO 15 Sábado


Entregada a las nubes el alba abre como puede sus pálidas luces. El cielo, entrevisto entre las formaciones nubosas, lleva al horizonte el suave saludo de su cromatismo, rosadas auras, doradas distancias celestes que las aguas imitan. El mar es una lámina de denso azul en sombras, sobre la que el viento, terral e incesante, traza en móviles y caprichosos dibujos los esotéricos signos de su mensaje sin palabras. La orilla detenida, silencio en el que alguna mínima ola dibuja, apenas perceptible, la sorpresa de su última línea blanca, tímidas espumas sobre la arena. Un vacío sereno y perfecto se extiende a lo largo de toda la soledad de la playa.

El viento se ceba con las pocas palmeras que encuentra saliendo de las bocacalles que dan a la bahía. Sus copas de palmas se agitan desesperadas y sus troncos se cimbrean. La ciudad ausente y dormida, apenas algún corredor haciendo ejercicio mientras el sol busca resquicios entre las nubes, todo está en suave calma.

No me doy prisa, y cuando bajo el techo de nubes ha desaparecido. Vicky no sabe decirme donde fueron, la encuentro tomando un poco de calor en un rinconcito escondida. El viento es fresco, obliga a retomar un chaleco, y andar resueltamente para no enfriarse.

Pero el día va tomando temperatura bajo la completa luz del cielo. El camino de arenas, revueltas en subversiva trampa, para dificultar quizá transitar sobre ellas, permite al paseante caminar si nó con paso decidido y firme, al menos ir avanzando sin premura. El horizonte pletórico y luminoso sonrie sin límites y con evidentes ganas.

Piratilla sale y entra de su agujero, le dejo su desayuno bien escondido, junto con un cuenco pequeño de agua que me proporciono recortando el fondo de una botella de PET (polietilentereftalato); vamos, una botella de agua mineral de plástico. De vez en cuando le cepillo un poco el pelo, y mientras la escucho ronronear agradecida y contenta.

Todo el cielo, todo el sol, todo el mar, el mediodía es sólo uno, abierto, claro, estallido de luz. Los cobaltos más excelentes, los turquesas más esplendidos, lucen sobre las aguas sin olas que el fuerte viento de tierra transmuta continuamente de color, aguas en las que el aire escribe incesantes líneas estremecidas que al punto mueve y desplaza.

La tarde se hace dorada con lentitud desidiosa. El tiempo se ha dormido en ingrávida siesta. Al despertar queda admirado ante el oro evanescente y aéreo que baña a la ciudad y al cielo. En la playa los bañistas no quieren irse, en dulce embriaguez de calor y somnolencia.

El crepúsculo se llena de vencejillos y golondrinas que planean sin pausa, emitiendo chillidos mientras vuelan, en tanto cazan los insectos que en el aire encuentran. Las aguas toman más densos azules, y sobre ellos el cielo delicadamente entrega una luz plateada y mágica que se extiende sobre la superficie de la bahía.

Hoy la noche vendrá con toda su ilimitada dimensión eterna, con toda la abierta bóveda de sus espacios de negrura y sombra para sus refulgentes estrellas.

Constelado universo infinito de astros y planetas que en silencio quizá se pregunta, ¿quiénes son los que nos observan?



© Acuario 2010

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