martes, 18 de mayo de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO















MAYO 18 Lunes


Nada en sus manos, nada en su silencio, oquedad inmensurable de cristal que lentamente se ilumina, la mañana renuncia a sus espléndidos azules y el horizonte se inunda de amarillos de pálido fuego y trazas de lejanos rojos. Sólo el murmullo del mar que de nuevo gime y rezonga mientras entrega la lenta cadencia de sus olas amplias y espaciosas, mientras se envuelve con los reflejos que oscilan del cielo en sus aguas. En la orilla el blanco de sus espumas se tiñe de cremas y rosas. Las arenas despiertan del sueño y de las sombras.

Una ligera brisa de levante, que apenas advierten las palmeras, abstraídas con los dicharacheros y fluídos canturreos y trinos de las aves alegres y bulliciosas, mientras la playa extiende el vacío interminable de su nostálgica ausencia, de su disonancia callada y discreta.

Acude fiel a su cita, pero hoy ante los aspersores funcionando, Vicky está bien lejos de ellos, quieta y sentada, medio oculta tras el metálico baluarte de una moto aparcada sobre la acera. No tengo más remedio que buscar otro sitio para ponerle su desayuno, que no nos empapen los traviesos chorros, finos y menudos, que están regando los parterres de hierba.

Sin más premura que mi propio ritmo de esfuerzo, acometo el paseo, el cielo inalcanzable ostenta un azul ligero y fresco. El sol comienza a entonar su diagrama de calor sin cortapisas, sólo aminorado por la agradable brisa marina que acude desde el este.

Nada más lejano que el horizonte, pero hoy muestra una cercanía sencilla y atenta. Un único navío anclado en el centro de la bahía, sumido en la distancia parece esperar con tranquila paciencia.

Me he olvidado de traer un trozo de hoja de alumino para ponerle a Piratilla la comida, pero saco del interior de su agujero la que le puse ayer, y simplemente le doy la vuelta. En el mercado encuentro unos boquerones bien frescos, y cuando paso de nuevo a la vuelta le dejo unos cuantos.

Enfilo hacia la oficina de correos que me pilla de camino, y recojo un envío que he recibido. Una compra por Ebay, una pareja de mis baratijas electrónicas, unas 6SL7 Brimar de grado militar, fabricadas para la Royal Army. Válvulas musicales, de sonido relajado y de rica estructura de armónicos. Manías de escuchar la música de cámara con naturalidad en las cuerdas, en los violines y violas.

No hay límites para el mediodía, luz y sol, calor que agradecen todos los bañistas, aunque hoy tienen con las olas animadas cierto riesgo de chapuzón a la entrada y salida del agua. En la orilla el rumor de las olas es la mejor y más articulada armonía musical, y no se precisa nada, ningún artilugio ni válvula termoiónica.

Hay trabajo por la tarde, toda ella ocupada. El pasear luego relaja, aclara las ideas, aunque caminando raro es que siga el curso de alguna. Observar solamente, sin articular componendas mentales, caminar sólo con los pies, nada en la cabeza.

Lentitud inexorable, la bahía cierra su luz entre sombras primero violetas, hasta que un azul de tono ceniza gana todos los espacios, del cielo y del mar. Pero éste insistente, murmura alguna extraña queja en la orilla, llama desde su ancestral lamento a los recuerdos de todas sus existencias, al pasado pretérito que nadie recuerda.



© Acuario 2010

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