martes, 11 de mayo de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO



























MAYO 11 Martes


Progresivamente las nubes van cerrando el alba, que defiende como puede un resquicio iluminado sobre el horizonte, sólo apenas una escasa franja de dorados matices. Hasta que por esa herida la mañana deja salir un dulce rosa. Alguna espina de esa etérea rosa pincha y lastima a las nubes, que como niñas pequeñas suavemente lloran una delicada e imperceptible llovizna tenue y mansa. El mar se hace tiempo detenido, agua oculta y quieta, evanescente huida, silencioso espejo de luces y sombras. Nadie alcanza a descubrir el oculto escondite de una brisa inaparente y mínima.

Al poco rato cesa la lluvia, el sol abre espacios de luz entre las nubes, y su luz destella y refulge sobre la bahía, plateando sus mercuriales aguas. Aprovecho el intervalo de cielos entreabiertos y bajo a buscar a Vicky, a la que veo olisqueando en un parterre. En cuanto le hago evidente mi presencia con un silbido la gata se alegra y anima. Agradece y come con buen apetito su desayuno, mientras por mi parte inicio mi paseo.

Hay de vez en cuando alguna gota traviesa, pero no es más que picardía y baladronada. No se inicia la lluvia. Las arenas removidas por el camino, a base de niveladoras y maquinaria. Todavía trabajando, pero siempre hay un hueco para pasar entre ellas.

A base de remodelar y nivelar de un lado para otro han dejado sin refugio de piedras a Piratilla. Sólo queda el hueco del túnel en el muro de piedra, del que asoma al pronto la gata cuando le silbo. Bueno, le dejo la comida bien adentro del tubo y le repongo un cuenco pequeño de agua al lado de la comida al fondo. No tiene importancia, día a día, piedra a piedra, levantamos de nuevo un cubículo y hasta una muralla china si se tercia.

A la vuelta le dejo dos sardinilllas, uno de los pescados que más le gustan, que come bien contenta. Y de nuevo alguna andanada de gotas me cae encima, también poca cosa, mientras el aroma de la tierra húmeda me acompaña en el regreso a casa. El mediodía es sol a veces, sol a medias, ligero y limpio. Hay algún bañista en la playa que le da igual si hoy se baña o se ducha. Las palmeras complacidas y gozosas, callan y disimulan. El horizonte se abre mil veces, y otras tantas se cierra. Tiempo de primavera.

Cuando salgo del trabajo, el viento de poniente trae la fresca humedad del mar, la purificada atmósfera que ha dejado la lluvia caída. Hace un sol ligero y amable, mientras toda la vegetación del parque está pletórica y jubilosa, pujante y atractiva. La lluvia y el sol, a ratos, mitad y mitad todo el día, es para las plantas una maravilla.

Los cruceros atracados en el muelle se despiden anunciando su marcha con toques de sus sirenas, y el crepúsculo va cerrando detrás suya todas las distancias marinas.

Un azul compacto y confuso se extiende sobre las aguas y el cielo, anunciando a la noche. La bahía se enjoya de luces, la noche se viste de estrellas. Sin más nada que su limpio vacío, algo en el ánimo brilla como una de ellas.



© Acuario 2010

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