domingo, 9 de mayo de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO


































MAYO 9 Domingo


Una llovizna ligera, imperceptible y en silencio como rocío de primavera, comienza a caer mientras el alba se anuncia. El horizonte deja abierto un resquicio por donde la aurora escribe sus luces doradas y sus alados rosas. Sobre el mar las nubes se despliegan, gris azul las aguas, satinado claroscuro el cielo arriba. Un leve rumor las ausentes olas en la orilla. Las arenas extienden sin límite alguno su soledad callada y húmeda.

Lentamente parece querer iniciarse, ahora sí, la lluvia, pero todo queda en amago, sobre el mar las nubes abren caminos para el sol oculto tras ellas. Entre luces y sombras, presencias y ausencias, reanudo mi encuentro diario con las cosas, con la vida. Hoy no le llevo preguntas a Vicky, prefiero que sea ella quien exponga asuntos, inquietudes, dudas. Pero la astucia, la secreta complacencia felina, sólo atiende al instante, nada hay para un animal fuera de este presente, de esta mañana sin brisa, levemente luminosa bajo la suave y oculta cadencia de las mínimas gotas de lluvia.

El alegre gorjeo de las aves, de los gorriones trinando, expresa bien a las claras la alegría que sienten bajo la fresca y tenue precipitación, que apenas logra completa apariencia. El camino nada sabe de sí mismo, arenas humildes que reciben gustosas al paseante, mientras el horizonte dibuja su dulce color amarillo sobre las aguas de azul turbio. El cielo indeciso y lleno de nubes, sobre la ciudad comienza a tomar penumbra y densidad, gris cargado y sombrío.

Piratilla sale al instante de su escondrijo, no hace falta llamarla, y apenas me deja terminar de ponerle su comida, de inmediato se zampa dos buenos bocados, el resto lo introduzco al resguardo dentro de su cubículo.

Comienza a llover lentamente, el mediodía y la tarde reciben la presencia agradable y limpia del agua, la playa queda vacía, entrañable y distinta. Hasta que se abren los cielos, y su azul luminoso llena las últimas horas vespertinas.

En un idioma de silencio, sólido, lento, el crepúsculo va transformando la luz y la mirada del tiempo, va llamando a la lejana noche presentida y tan cerca, mientras el mar va revistiendo sus densos azules de púrpura efímera y fugaces violetas.

Esperando a la noche hay un navío anclado en el centro de la bahía. Viajero impenitente y detenido. Con todos los caminos abiertos en su corazón oculto.



© Acuario 2010

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