martes, 4 de mayo de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO





















MAYO 4 Martes


Madrugador es el viento que viene soplando bien decidido, aire que la nieve caída al norte de la península ha enfriado, terral fresco que despierta del todo a los primeros peatones, que zarandea a las palmeras. Pero a la luna no hay quien la mueva, espera bien arriba del firmamento la salida del sol con el que sueña oculta y secretamente en sus largas noches desvelada, respirando en sus huellas de luz, imborrable entrega del astro rey que la luna atesora en su místico interior de plata. El mar dispone de la exuberancia de todos sus azules, los más densos y profundos, que la noche ha llenado de huidizas sombras. Las nubes aguardan, no saben que el sol imperioso quiere todo el cielo para su carro de fuego y llamas , mientras la mañana se estremece en las frías manos del aire impetuoso, cristal invisible y líquido que se aleja incesante sin conocer nunca su destino.

Las primeras horas de sol se agradecen, la jornada comienza en su tibia atmósfera luminosa, la playa se baña en su calor y su presencia. Hay que andar cuidando de no perder el sombrero, el súbito arrebato de la fuerte ventolera juega incesante con indisimulada picardía a llevárselo. Las arenas vuelan en el sendero y ligeras acompañan mis pasos. No hay límites para un horizonte orgulloso de su limpio infinito, el cielo eleva sus azules llenos de radiante luz, mientras el mar recupera miles de cobaltos, cientos de turquesas, miríadas de destellos que llenan sus aguas de refulgentes e inquietos tonos metálicos.

Como la fauna está atendida y vive feliz no tiene preocupaciones el mediodía. Sólo las palmeras se le quejan, cimbreadas, agitando sus palmas como desesperadas, el viento no dá tregua. La playa hoy menos concurrida, el sol se hace eje y centro de los pocos que se solean, apenas nadie se baña. Con el viento que sopla de tierra las frías aguas de la profundidad de la ensenada afloran en la misma orilla. Hoy todo es tomar un baño continuo, pero de sol.

La tarde transcurre y las tareas se acaban. Hoy me toca ir de compras, unos zapatos, mejor dicho, zapatones, el tamaño de mis pezuñas me obliga a buscar tallas de jugador de baloncesto. Pero tengo suerte, y adquiero el último par en venta del mismo e idéntico modelo que uso, no me complico cambiando de modas. ¿Para qué hacerlo?

Las últimas horas de la tarde se abren en un cielo vacío que lentamente se va haciendo sólido y denso. Inasible y alado, el firmamento traza un caprichoso violeta sobre las aguas, y finalmente la noche ofrenda una a una sus estrellas, encubiertas lágrimas de luz que esconde sabiamente bajo su infinita sonrisa.



© Acuario 2010

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