lunes, 17 de mayo de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO



















MAYO 17 Lunes


Incontenible e infinita la mañana, asoma radiante en los limpios ojos adolescentes del alba. Ni siquiera el viento, detenido en su asombro, es capaz de dar con la descripción adecuada. El mar ofrenda su cristal de reflejos a la luz incipiente de la tímida aurora, el cielo acoge en el zafiro de su azul de suaves enigmas a los cálidos dorados del sol que avanza. Desde más allá del tiempo la playa y la orilla resuelven y deciden sus trazas y vestigios de sombras en perfiles de luminosidad silenciosa. De vez en cuando el mar inventa una escasa línea de blancas espumas sobre la arena sumida en tranquilo y deleitoso sueño.

Has de comenzar el día, has de vivir tu vida. El afán inevitable de las obligaciones y necesidades entabla un pulso contigo para encontrar un hueco en la agenda de tus ensueños y fantasías. Afortunadamente la costumbre pone en marcha el automatismo de las actividades cotidianas. Intento aterrizar leyendo las inevitables malas noticias, una especie de diaria ducha fría. Pertrechado de tan estimulantes informaciones heme aquí ya dando un silbido, buscando a Vicky. Aparece al punto, animada de resueltos andares, contenta y pedigüeña, mayando bajito.

Su pequeña alegría festiva logra contagiarme al menos un poco de buen humor, su afecto pequeño y felino es un ligero cascabel de dicha que regala a quien quiera ser su amigo.
Con ese tintineo argentino, con la blanca plata de su diminuta y gran amistad el ánimo se instala en su sitio. La mañana abre su tesoro de claridad sin límites, el camino me da la oportunidad de un ligero ejercicio. El horizonte, línea del encuentro del mar con el cielo, es inexorable perfección sonriente.

No comprendo como puede presentir Piratilla mi presencia, aún desde cierta distancia todavía. A veces sale en cuento me detecta, desde lejos, sin haber hecho nada para advertirle de mi llegada. Pero debe ser cosa de ese radar que tienen los félidos. Así me lo aseguran las palmeras llenas de sol, relajadas en su atalaya de vientos y brisas.

El mediodía es una gema de luz completa, de total belleza, mientras un ligero levante lleva un cierto oleaje a la orilla. Los destellos del sol se bañan asimismo junto a los satisfechos bañistas.

Tras mis ocupaciones vespertinas, me pongo en marcha, andando con ganas. Hay días que el camino de vuelta a casa se me hace corto, y son casi tres cuartos de hora. Misterios de la subjetividad en la que vivimos sin apenas darnos cuenta.

La ensenada sigue enfrentando al levante, fresco y decidido. Ya sin sol, no hay apenas nadie en la orilla. El firmamento quiere hacerse fútil violeta pero apenas lo consigue, y el mar cede su luminosidad a la noche joven que asoma en las redes de ceniza azul y verdosa esteatita de las aguas.

Hasta que el mágico laberinto de las estrellas se abre mostrando todos los caminos de los sueños.



© Acuario 2010

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