viernes, 30 de abril de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

























ABRIL 30 Viernes


Con un alarde inaudito el alba va cubriendo el cielo brumoso de extensos campos rosas. El viento leve parece venir de levante, cargado de humedad y neblina. La mar abierta e inmóvil, respira apenas, mientras el firmamento viste el suave verde ceniza de las aguas con el evanescente y fugaz rosa, que apenas vuela caprichoso por unos minutos sobre la ciudad y la bahía. La orilla me cree, lo ha observado todo, pero aún está medio dormida. Sus arenas se ven ligeramente ocres bajo la rociada. Todo el litoral silencioso casi, apenas lo habita el apagado murmullo de las inexistentes olas. De vez en cuando, en la ribera aparece entre las últimas sombras de la madrugada una escasa y breve línea blanca de espumas.

Caprichos rosas del sol que aún no llega, todavía bajo el horizonte, que sobrecoge las alturas de la niebla con su rojiza mirada. La mañana es fresca y húmeda, perfecta para unas palmeras agradecidas, riente siempre para la festiva canora vida de las aves, con sus dicharacheros trinos bajo las palmas ocultas. La luz naciente apenas puede abrirse camino entre el enredado celaje brumoso que sobre la ciudad encuentra. Todo parece agotado, el sol, las aguas, el escaso viento, por contraste los gorriones puntean sus gorjeos arrebatados y entusiastas, mientras los mirlos altivos y vestidos de negra etiqueta interpretan, ellos sí, verdadera música.

Con las habituales e iniciales actividades cumplidas, desayuno incluido, tomo mi sombrero de paja para cubrir la cabeza, pues a poco y de seguro el sol ganará fuego y presencia. Hoy se apunta a terminar lo que deje Vicky el bueno y paciente Turco, simpático can, que se sienta tranquilo a esperar y ver lo que la gata deja. Listos ambos, sólo hay que poner orden de vez en cuando para evitar altercados antes de que los inicien sin saber cómo y por su cuenta. Pero ambos se respetan, ni uno ni la otra tienen ganas de pelea.

Hoy debo callejear un poco aledaños de la playa, por el barrio. Tengo que recoger una preciosa Mullard ECC33, comprada en Inglaterra por Ebay que ya ha llegado y que me espera en la estafeta de correos cercana. Este mundillo de la electrónica poco a poco se ha ido instalando en mi vida por mi afición a la música digamos más exigente, más allá del rock y del blues de mis años mozos, que eso con dos transistores suena siempre de manera perfecta. Otra cosa es el sonido del barroco, con instrumentos antiguos, de matices y tímbrica muy particular, que sólo las válvulas consiguen reproducir con suavidad y dulzura.

Tengo que arreglar un poco las piedras del escondrijo de Piratilla, caídas o tiradas, vete a saber. Pero eso es cuestión de un momento, el habitáculo tiene una salida por el muro, un canal de desagüe que es el que aprovecha la gata para dormir dentro, y que le sirve de inaccesible refugio verdadero si lo necesita. Come tranquila, con buen apetito, y luego se pone a asustar palomas, que siempre nos rodean a la busca de alguna migaja.

El mediodía no termina de ser abierto. La luz solar tamizada a medias presta un calor agradable y civilizado a los bañistas. El mar sereno y verde, no termina de quitarse de encima un ligero tono gris. El horizonte se pierde en dudas neblinosas.

Terminado el trabajo, llego a casa a la hora en que el crepúsculo intenta mostrar un cielo arriba. Con dos buenos y sostenidos largos de su sirena zarpa el crucero que estuvo desde la madrugada en el muelle de levante, y enfila sobre la superficie marina hacia la lejanía en sombras, mitad sin luz, mitad llenas de niebla.

La noche callada, discreta, no muestra nada más, ( ¡ y nada menos ! ), que la profundidad amiga y clarividente de sus ojos que todo lo observan.




© Acuario 2010

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