miércoles, 21 de abril de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO




















ABRIL 21 Miércoles


Con la insólita lejanía de su belleza la mañana abre su espléndido universo de colores y su irreal fantasía, para asombro o displicencia de un mundo de apresurados humanos que viven en el olvido del misterio de la vida. Sobre la bahía el cielo extiende el reflejo de sus rojos, violetas, amarillos y rosas. Las aguas callan fascinadas mientras se revisten de la palpitante y estremecida gama de matices que el firmamento les regala. Las arenas llenas de sombra y soledad, la orilla detenida, sin olas. Todo parece estático mientras todo cambia.

El mundo de las noticias parece estar a millones de años luz de tanta maravilla de color, mientras las leo o las escucho, todos parecemos vivir en otra galaxia. La necesidad señala al ser humano sus dictados, y por mucho que nos extasíe la sublimidad cromática de un amanecer cualquiera, nuestros apremios y carencias son las que determinan la perspectiva de nuestras observaciones siempre. Somos lo que necesitamos, lo que deseamos, aunque jamás fuimos libres para elegirlo, todos nuestros deseos nacen de un interior no sujeto a nuestras reglas ni ideas, evidenciando unas necesidades nunca elegidas, nunca deseamos desear ni necesitar, la vida nos forma el deseo, nos insta a satisfacer necesidades siempre impuestas.

Mas hay momentos en que nos deja un intervalo inactivo, no tenemos que acudir a resolver algun problema o asunto, y miramos el entorno que nos rodea, el misterio iluminado que nos contiene, que nos envuelve en sus redes de realidad y sueño.

Pero no me demoro más, y me pongo en marcha, Vicky está atenta como siempre tras su esquina escondida, y le dejo hoy un desayuno a base de atún y arroz, preparado y mezclado ya, en latas de comida para gatos.

La mañana empieza a solearse, pero un dosel escaso y delgado de nubes filtra un poco el calor solar, haciendo el camino más amable y fresco. Continúan acarreando arena de acá para allá, así pues tengo que andar por el paseo peatonal sobre la playa. También Piratilla me espera, afectuosa y tranquila, dichosa en su libertad genuinamente felina. Estos animales tienen un sentido de la independencia y una personalidad que a veces sorprende. Como ahora hay siempre boquerones en venta, un puñaito que le dejo a la vuelta sobre el muro siempre lo acepta complacida. El horizonte se entretiene en camuflarse entre los perfiles de las nubes alargadas y ligeras que lo rodean. Un ligero poniente pasa silencioso e inadvertido casi.

Hacia el mediodía el cielo se carga de nubes, que atrevidas comienzan a chispear ligeramente. Los escasos bañistas no parecen muy convencidos de la conveniencia de dichas gotas, que comienzan a caerles encima. Las palmeras callan mientras se sonrien bajo la tenue lluvia.

Pero todo queda en nada, la tarde aunque sin sol comienza. Las nubes van y vienen dejando ver entre ellas ver los azules espacios celestes, que llenan de luz ligera estas iniciales horas vespertinas. Terminado el trabajo, a la vuelta me dejo caer por una explanada del parque situada bajo frondosos árboles en los que siempre oigo chillar ruidosas y dicharacheras a las verdes cotorras. Comienzo a buena y prudente distancia a lanzar trozos del pan de ayer que llevo en los bolsillos sobre el claro entre la arboleda, y entre las palomas que acuden baja una resuelta cotorra, coge con una pata una miga, y manteniéndose de pie con sólo la otra comienza a mordisquearla contenta. Entusiasmada coge una, suelta otra, buscando las más tiernas, parece que lo que le gusta es la miga. Pues busco un buen trozo de la misma, y se la tiro con cierta puntería a su alcance próximo. De inmediato hace presa en ella, y vuela a comerla tranquilamente sobre una rama.

Sobre el puerto las ultimas tonalidades de la tarde llenan de su melodía de color las quietas aguas. Al llegar a casa, sobre la bahía, las nubes dejan caer generosas el oro y rosado color que el sol al despedir el día les entrega. El crepúsculo nos dice adiós finalmente y la noche comienza.

Una noche íntima, recogida en sí misma, arrebujada de nubes que pasan silenciosas, mientras el mar sueña y murmura calladamente en la orilla.




© Acuario 2010

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