lunes, 26 de abril de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO















ABRIL 26 Lunes


Con todo el horizonte abierto, ni una sola nube, el sol irrumpe gozosamente. Hace pronta conquista de las arenas y de la ciudad, la mañana se entrega ilusionada al calor de su abrazo, y abre sus ojos a la claridad sin límites que inunda la playa. Hay un cierto oleaje sobre la bahía, con lentas y pausadas olas, bien formadas, que rompen su dimensión y se ofrecen finalmente en blanca escaramuza de inquietas espumas sobre las arenas solitarias. Un morigerado poniente pasea su fresca presencia y su diáfana transparencia sin apenas despertar a las palmeras dormidas.

Conteniendo la alegre presencia del sol con los adecuados toldos, dejando pasar a la brisa con las ventanas bien abiertas, me dedico a tomar algún punto de referencia informativa, leyendo o bien escuchando por internet noticias. Tras el desayuno inicio las inevitables ocupaciones, agradezco el saludo de Vicky, esperándome ante el portal del edificio y atendidas sus necesidades tomo el auténtico pulso de la mañana iniciando mi camino. En lo que puedo, buscando cualquier sombra, aunque mi sombrero de paja me quita el sol de la cara, no me evita el calor que andando por la playa se acumula paso a paso.

Hoy parece inicarse un verano joven, el poniente lo refresca ligeramente. El cielo se desata en precisos celestes, el mar consigue limpios azules, el horizonte se dibuja rotundo.

Las obras de reacondicionamiento de la playa trabajan ya fuera de los dominios de Piratilla, y está menos inquieta. En cuanto me ve llegar se acerca rabito arriba, como signo de saludo felino.
Hoy mientras come sí me deja cepillarla un poco y adecentarle el pelo. Los días bajo la luz ilimitada y terminante de este preludio del verano comienzan a parecer eternos.

La playa poco a poco se ha poblado de bañistas que dejan sus inquietudes en algun lugar olvidado, y se sumerjen algunos en el mar y todos en el oceáno de sol que les baña generosamente. El tiempo parece extraviarse, una desconocida extensión interna se abre ocultamente y todos se sumergen en ella desde la inmovilidad más absoluta tumbados sobre la arena. El mediodía calla discreto.

Los caminos de la tarde son muy diversos, y la ciudad se mueve por todos ellos. Cuando termino mi trabajo, abandono todo lo planeado, y sin hacer nada me vuelvo andando. Me es inevitable, necesito espacios vacíos, una ocupación tras otra me es abrumadora. Proyecto dos o tres cosas seguidas, para a continuación dejarlo todo para otro día.

El parque y su arboleda me entienden, las plantas silenciosas, quietas, comprenden mis necesidades de inactividad, forzosa exigencia de mi equilibrio. No hay mejor manera de huir de sí mismo que entregarse al destierro de la incesante laboriosidad.

El horizonte transmutado en violeta anuncia en la bahía la llegada del crepúsculo, la mar respira calmosamente, el azul de las aguas gana consistencia, y se hace uno con el cielo.

La noche muestra sus deseos de luz, y la ciudad le entrega una miríada de luces que emboban su mirada de niña. La luna se ha subido a lo más alto del firmamento en sombras, y se muestra feliz, completa y sólida.



© Acuario 2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario