sábado, 24 de abril de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO


















ABRIL 24 Sábado



Desde la plena oscuridad de la madrugada, sin más que su determinación irrenunciable, la aurora entrega su azul a la noche, su lenta luminosidad a un horizonte en el que laten temblorosas e indecisas las luces de la ciudad aún dormida. Es una hora mitad nocturna mitad abierta a la luz, pero salpicada de los trinos de los gorriones, asaetada con los dulces silbos de los mirlos.

La bahía sin olas. Sobre la superficie de sus aguas comienza a espejear la claridad que el cielo anuncia. Hay algún pescador arrebujado en las sombras de la orilla, atento a su caña, mientras quedamente la mar de vez en cuando murmura.

El aire es noroeste, viene de tierra. Con los primeros rayos del sol iluminándole, el buque de pasaje que todas las noches zarpa desde África, viene entrando en el puerto.

Como no hay una sola nube, la mañana adquiere pronto tintes veraniegos, la luz arrebata todos los esquemas, y el calor comienza bajo un sol sin cortapisas. Extiendo todos los toldos, y abro ventanas. Y la brisa busca un lugar en la casa donde quedarse, pero no lo encuentra.

Dejando entrar libre a la corriente del aire, y logrando alguna sombra, consigo una agradable temperatura fácilmente mientras leo un rato en el ordenador y tomo un poco de muesli.

Sola encuentro a Vicky, o mejor, ella me encuentra, que nada más verme hacia mí se dirige. No está hoy Turco olisqueando de acá para allá.

Comienzo con ánimo decidido a andar y bien cubierta la cabeza con un sombrero de paja, que ya va haciendo falta caminar con cierta protección. La playa está llena, hoy con más bañistas que nunca, y eso que la hora es temprana. A lo largo del camino la concurrencia asimismo abunda, peatones, ciclistas, perros que pasean con sus amos,..todos vamos bien alegres estrenando un medio veranillo, y con ganas de vivirlo.

Piratilla me espera a la puerta de su madriguera, come siempre con ganas dos o tres bocados, sin dejarme terminar de ponérselo todo, y con el apetito más apaciguado, se mete luego dentro de su escondrijo tras la comida que le he dejado allí oculta. Sobre el cielo aparecen algunas hilachas de nubes, pero poca cosa. El mar quiere hoy ser iluminado turquesa.

El mediodía es abierto, limpio y claro cielo, lleno de luz, la playa casi al completo de gente, todo el mundo quiere tomarse un baño, esté fría o no el agua. Luego al sol todo es recuperar temperatura. Las horas se detienen en una tarde lenta y agradable, la brisa de poniente lleva una suave tibieza.

La bahía se viste de ligera bruma al caer la tarde, al llegar un crepúsculo lleno de calma. El horizonte desaparece y el mar y el firmamento se envuelven en un sólo misterio ligeramente rosa. La luna, creciente, se enreda en la escasa nubosidad que flamea estática sus delicados cremas sobre la ciudad.

Noche de primavera que quiere ser verano, noche que entrega su alegría joven y despierta.




© Acuario 2010

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