domingo, 18 de abril de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

















ABRIL 18 Domingo


Comienza el día entre la incesante lluvia. Amanece como puede, sólo una delgada franja de color sobre el horizonte, delatando la presencia oculta del sol sobre el extenso campo de nubes que enseñorea el cielo. La playa dueña de su soledad, el mar apagado, casi sin olas, aún tiene fuerzas para rezongar y murmurar quedamente en el silencio de estas horas inciales de la mañana. Las palmeras con un aire abatido, empapadas, chorreando agua por sus palmas vencidas. No hace viento, las nubes pasan con lentitud majestuosa dejando caer una claridad filtrada, dudosa, ligeramente turbia y ceniza.

Salgo por unos instantes, alrededor del edificio hay soportales que evitan mojarse y bajo los cuales busco a Vicky. Con el aviso oportuno y habitual de unos silbidos aparece pronto y bien animada. Desayuna con tranquilidad, y en seguida se sienta y se dispone a acicalarse con las patas, a limpiarse los largos bigotes, a mi lado, mientras vemos como cae con acompasado rumor una lluvia tierna y primaveral, madrugadora y alegre. La calle vacía y solitaria nos observa con curiosidad, aunque sólo nos limitamos a hacernos la gata y yo silenciosa compañía, quizá formemos una inusual pareja.

Hay que esperar hasta más allá del mediodía para ver clarear el firmamento. El sol acude a iluminar charcos y aguazales, y tras un ligero paseo por las arenas ya estoy en la zona de playa donde tiene su domicilio Piratilla. Me la encuentro soleándose, a la espera. Nada más verme a lo lejos, tiene muy buena vista, se dirige a mi encuentro con alegre confianza y también apetito, me saluda con un maullido que lo dice todo, que vamos, que ya era hora. Mientras come logro darle en el pelo dos pasadas con el trozo de cepillo de púas blandas que guardo entre las piedras y medio adecentarla un poco. Unos días de lluvia y salpicones, no la dejan como para un concurso de belleza felina.

La tarde quiere ser inicialmente llovizna ligera pero al poco rato el sol toma buena revancha y abre de par en par su calor y su luz. El mar recupera un atractivo azul, el cielo se llena de infinito, algunas nubes deciden quedarse para adornarlo con su blanco volumen enfático, lentamente sonrosando y dorándose al acercarse el crepúsculo. Los últimos rayos solares iluminan suavemente la ciudad asomada al mar quieto, tranquilo, reposando en calma.

Todo el mundo quiere salir a estirar las piernas, y los niños a jugar en la playa, mientras la claridad declina y la noche se aproxima. El aire tras la lluvia es siempre más fresco y distinto, joven y nuevo. En el cristal de su sonrisa las distancias y el horizonte parecen estar más cerca.

Un autor magiar del que estoy leyendo su autobiografía destaca la crueldad como parte esencial de las relaciones humanas, ...¿Qué pienso de ésto me digo? No lo sé, este eclipse del ser humano, el egoismo lacerante que nos envuelve, asfixia siempre lo mejor de nosotros, sin darnos cuenta nos empuja a perpetuar y reproducir el egoismo.

De ahí la paradoja de nunca sentirme sólo cuando de hecho lo estoy. El ánimo vuela libremente cuando la soledad aleja las sombras de aquellos que dicen saber estar en el mundo, de los que rodeados de su propio eclipse, nunca ven su propia sombra.

Noche y eclipse del ser humano, que espera el día de luz de su libertad, de la libertad que nace de conocernos a nosotros mismos.




© Acuario 2010

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