martes, 20 de abril de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO



















ABRIL 20 Martes


No quiere despertar la mañana, el horizonte se ha cubierto de nubes y el sol no se dá por enterado, ni tan siquiera acude al desayuno cuando se le llama. Una claridad insegura ocupa el mar y la playa, mientras las aguas insisten también ellas en seguir dormidas y sin olas. El alegre altercado de trinos y gorjeos de las aves no falta a su madrugadora cita, y en su habitual compañía el tiempo despliega con secreta complacencia los momentos iniciales del día. Las palmeras siempre viven fascinadas en su asombro ante la vida que bajo sus palmas rebulle y palpita. La ciudad espera pacientemente el pleno escenario de la luz solar hoy renuente e indecisa.

Mas en las primeras horas va disolviéndose la difusa nubosidad y la claridad completa llena toda la bahía y de fresco azul las aguas. Un ligero poniente refresca agradablemente la mañana. Vicky atenta, agazapada, sale en cuanto se le llama, confiada y feliz, ante la perspectiva de su comida. La noche siempre es larga y la gata tiene invariablemente buen apetito en estas primeras horas matinales.

Emprendo mi paseo, más alegre que unas pascuas, todo ha renacido por completo lleno de luminosidad y apertura, el viento es sutil y estimulante. Todo el horizonte a la vista, todas las arenas doradas y secas ya de las recientes lluvias. La meditación sin palabras que me empapa y acompaña se extiende tan sin límites como el día.

Al llegar a la altura del escondrijo de Piratilla, veo a la perrita del chiringuito vecino, a Ruby, preparándose para su habitual juego y travesura, la mirada lo dice todo, vaya. Verme y saber que voy a dejarle algo de comida a la gata es totalmente evidente para la perrilla. Mira para el escondite de la gata, y al verla fuera de éste, inicia una carrera de asalto de caballería ligera. Todo es volver a meter a la gata dentro, y muy ufana y orgullosa pasea por delante de la guarida señoreándose de la playa. Pero en eso queda todo. Le introduzco la comida a Piratilla en su habitáculo, no queda otra, y regaño a la perra medio riéndome por dentro de la escena que monta.

A la vuelta una caricia y unos boquerones que la gata agradece, ya sin el acoso canino de Ruby, distraída afortunadamente en otras cosas, allá con sus amos que preparan la faena del almuerzo, el fuego de los espetos y asados, y también la cocina. El cielo es la asombrosa maravilla de un espacio de luz completa. En la playa, los bañistas llenan con su regocijada presencia las otroras vacías y olvidadas arenas. En la orilla, las inexistentes olas descuidadas e indecisas, refluyen apenas, casi en silencio y adormecidas.

La perfección del mediodía no puede describirse, la luz es asombro pleno, el aire cristalina caricia.

Son las horas iniciales de la tarde y mis tareas esperan. Terminadas éstas vuelvo caminando y callejeando sin prisa alguna. Se agradece la medio sombra del parque, las plantas muestran una exuberante presencia, una asombrosa y callada sed de vida.

El crepúsculo llena de color ligero la fina nubosidad blanquecina que ha ido creciendo a lo largo de la tarde, mientras en el puerto demoran aún su salida dos cruceros.

Ha de venir pronto la noche, silenciosa y amable, a llenar de sueños el corazón de las sombras, y con sus horas mágicas, de insólitas luces la imaginación dormida.




© Acuario 2010




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