jueves, 1 de abril de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO












ABRIL 1 Jueves Santo


Apenas unos trazos nubosos que el sol toma al asalto, la aurora encuentra un cielo abierto por completo, un azul que va clareando y llenándose de luz. Con su cristalino frío el viento norte dibuja móviles arabescos sobre la quieta superficie del mar, fugitivos cromatismos que espejean temblorosos mientras se alejan de la orilla. Un silencio sin olas, que las aves llenan de sus trinos y silbos, nadie por la calle pasa, la playa acepta su propio vacío, vive en su soledad deífica.

Con el sol entrando a raudales no tengo otra alternativa que defenderme bajando los toldos, y ya de nuevo a medias en el campo de la conciencia, para dejar atrás las redes del sueño preparo un café mientras leo un rato en el ordenador. Oscilando entre mis recuerdos y mis preces, - siempre mis nostalgias acechan -, logro llevar el foco de mi atención hacia el lúcido desafecto de mi mismo, y retomo la alegría de mi propio olvido.

Hoy caminando encuentro pocas personas, la hora es temprana. Atiendo caricia incluida a la fauna callejera que convive conmigo, y vuelvo a mi aire, mientras la mañana crece en su luz, y la mar se va transformando en una radiante joya, verde y turquesa, pletórica de destellos que centellean silenciosos y vivos. Gracias al sol, se logra compensar la bien animada brisa, algo más que fresca, que azulea decidida con pujante añil cada vez más la limpia bóveda vacía del cielo.

La orilla va recibiendo bañistas, tumbados al sol sobre la arena el tiempo se detiene y se hace distinto, mientras abre secretos recintos que la memoria reconoce diversos, singulares, o tal vez desconocidos. Entre la ensoñación y la conciencia, entre lo real y lo onírico, asi se pasan las horas rodeados del cálido mediodía, fundidos en su tibio abrazo. La conciencia se hace una con la amable sonrisa del día.

Dejo a la tarde explorar sus propios límites, con imperceptible cadencia transita sin detenerse, hasta que el crepúsculo viste el horizonte de un violeta fugaz y único.

La noche ofrece su magia, el cielo sus estrellas, el mar se hace oscuridad y sombra. Nunca es la palabra. Jamás, el lábaro que el futuro dicta. Mas para el que sólo con el instante vive, el silencio pierde su cerrado laberinto.

La luna ha de venir, completa, magnífica y llena, para bañar las aguas de metálicos reflejos.

Sin comprender nada, mas todo la certeza ha de abrirlo.




© Acuario 2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario