miércoles, 28 de abril de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO




















ABRIL 28 Miércoles


Clarea lentamente el alba, llenando de cálido naranja el azul frío y limpio del horizonte. Sobre el mar inmóvil y denso, escenario aún de los últimos oscuros sueños de la noche, espejea el entusiasmo de un amanecer que presiente al sol que llega. El silencio extiende su palabra sobre las arenas ante las que el mar apenas refluye en apagado y mínimo vaiven. Pero bajo las acogedoras palmeras late la inquieta población de aves, dueñas de la olvidada maravilla de una aurora, que se despliega inadvertida ante una ciudad ocupada siempre en cosas de mucha importancia. Peatones y vehículos van a sus asuntos, mientras la playa comienza a disolver en luz sus redes de sombra. La mañana comienza.

Dentro del juego de levar anclas y aproar los asuntos de cada día, tengo siempre la inestimable posibilidad de la pausa. El tiempo no me apremia, una hora más o menos, apenas tiene importancia para el que no consulta un reloj que nunca lleva. Pero las necesidades humanas, léase las tripas, nos imponen antes o después un oportuno desayuno para comenzar la jornada. Tomado éste, noticias mejor no comentarlas, bajo a la calle, y busco a Vicky donde habitualmente gusta estar escondida. También las visceras felinas tienen sus exigencias.

El calor viene fuerte, aunque algo morigerado en parte todavía. No puede uno entretenerse al sol más de la cuenta. Por la playa siguen acarreando arena de acá para allá, acotando zonas, y fastidiando a los bañistas enturbiándoles el agua en la orilla con tantas maniobras de relleno y nivelación. Pero ni a Piratilla ni a mí nos molestan las máquinas que además ya trabajan bastante alejadas de la zona donde tiene su covachuela. No sólo me tiene la gata a mí como amigo y encargado de la intendencia, a veces como hoy encuentro que alguien por la noche le trajo algo de comida. Es natural, Piratilla pese a lo salvaje que vive, es alegre y resuelta, y debe de tener simpatizantes, como decimos por aquí en Andalucía, a punta ( de ) pala, es decir muchos. ( Nos comemos la de, no la pronunciamos ).

El mediodía es abierto, nada detiene al sol, mientras se inicia un persistente levante, que va moviendo un oleaje cada vez más animado. Al final, parece haberse logrado la díficil convivencia de las máquinas y los bañistas, todos por su lado, ignorándose mutuamente. Las palmeras tienen de los hechos humanos un punto de vista siempre más alto y elevado, con mejor perspectiva, pero sabiamente nunca lo expresan.

La tarde a medias calurosa, a medias llevadera, siempre mejor a la sombra. Cuando mis tareas terminan, volver caminando es todo un ejercicio de piernas y de abandono del curso ideativo, una meditación que nada medita, un pensamiento que nada piensa, observando sin más la vegetación del parque, entre luces y sombras.

El crepúsculo va disolviendo los perfiles y las distancias, bajo el abrazo de la azul oscuridad que avanza sobre el mar y en el cielo. Las olas bien formadas ostentan orgullosas la nívea afirmación de sus espumas, la orilla se llena de bravo rumor, de la altiva presencia de las aguas.



© Acuario 2010

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