jueves, 15 de abril de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO




















ABRIL 15 Jueves


Toda la noche lloviendo y el levante soplando. Cuando amanece la lluvia se toma un respiro, la playa muestra los surcos en la arena que el agua caída ha ido trazando para alcanzar la orilla, el mar ha tomado un color ocre en la rompiente, allí donde las olas crecidas por el empuje del viento han batido la ribera, ahora pletórica de espumas turbias. El aire sisea y ulula en cuanto encuentra un resquicio o una esquina, mientras desde el cielo de nubes revueltas y grises una luz apagada intenta iluminar la húmeda mañana.

Escondida detras de una moto me espera Vicky, ya que la lluvia ha impedido instalar las butacas de mimbre de la terraza del bar debajo de las cuales gusta de emboscarse la gata. Hoy no hace remilgos al desayuno, y la dejo terminándoselo cuando inicio mi camino, ahora que el chubasco ha cesado.

Están en obras en la playa, todo es volver a rellenar con arena los lugares donde el mar la ha ido retirando con los temporales. Para lo cual disponen de volquetes, y maquinaria pesada, y cercan los accesos con una valla baja. Cuando llego a la altura de Piratilla, paso de largo, están enfrente los operarios con los capataces discutiendo los pormenores de los trabajos y no es cuestión de que me vean saltar el vallado. A la vuelta ya no hay moros en la costa, como decimos con guasa cuando buscamos actuar con la seguridad de estar solos, y le dejo boquerones y su comida preparada, a la que de inmediato ataca decidida y contenta.

Parece que el día se va aclarando, a medias el sol abre un poco las nubes, aunque éstas tercamente pugnan de nuevo, y otra vez consiguen cerrarse. Pese a todo, parece que la lluvia se retira, y el viento va amainando lentamente.

Al volver por la tarde terminado el trabajo, me decido a dar un ligero rodeo y me dirijo hacia un establecimiento dedicado casi en exclusiva a los desayunos y a las meriendas, al estilo clásico, chocolate y churros. Una taza bien caliente y unos calentitos, que así también les decimos a dichas frituras por estos rincones de la Andalucía. Con tal ajuste de cuentas el camino de vuelta se anda solo.

Cuando regreso a casa la mar está tranquila, su rumor es pausado, el oleaje ha cedido. El cielo se ha ido abriendo finalmente, las nubes se fueron.

Una noche agradable comienza sin apenas percibirlo. Uno, dos y tres, tres destellos y luego pausa, la baliza en los extremos del dique de levante en el puerto anuncia su presencia en la oscuridad creciente, aún azul, densa y limpia, en el mar y en el firmamento.

En el horizonte las luces de un navío llenan con su inexplicable melancolía la inmensidad apagada de las aguas.



© Acuario 2010


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