martes, 27 de abril de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO





















ABRIL 27 Martes


Todo el espacio de la madrugada se expande en limpia e intacta transparencia, azul oscuro en manos de la noche todavía, celeste denso y frío al romper al alba. La ausente claraboya del cielo construye todo su volumen sin la complicidad de las nubes, las manos de la noche se extienden inútiles e infinitas sin tocar nada más que el blanco destello diamantino de las últimas estrellas. El sol presiente su victoria, y llena de oro el horizonte, precediendo así, con el silencioso clarín de su fuego, el amanecer de su furia y de su luz, torrente inagotable de vida y calor sobre la ciudad y las aguas aún dormidas. La mar sueña en dulce calma, apenas murmura.

Una simbiosis única palpita en la incesante algazara de trinos y silbos, la desconocida voz de las palmeras se proclama ella también, unida y oculta bajo el continuo punteo y las melódicas escalas y arpegios con los que juegan mirlos y avecillas. Un mismo cántico parece surgir de todas las voces, incluidas las plantas y los pájaros, de la misma mar tenuamente en la orilla. El día se canta a sí mismo, la luz habla, el sueño de la vida exulta en una sola iluminada alegría.

En esquema y en dos palabras: el sol sin trabas, la mañana arranca a toda mecha. Hay que extender los toldos, defenderse de tanto arrebato caluroso que al pronto comienza. Voy medio leyendo el mentidero de las noticias, y a medias escuchando lo que se cuece y también se quema en la cocina mundial. Unas veces creo enterarme de algo, y en otras ocasiones apenas de nada. No queda otra que terminar el desayuno y ponerse en marcha.

En su sitio habitual, a media sombra, bajo las butacas de mimbre me espera Vicky. Y con buen apetito come lo que le llevo. Inicio luego mi paseo, quitándome el sol de la cara bajo el ala del sombrero de paja, un ligero viento de poniente me acompaña y regala su fresca presencia. Desde un horizonte perfecto que no oculta nada, el mar gana cobaltos densos, compacto cromatismo líquido de unas aguas entregadas a una meditación suave y pacífica.

Piratilla en su territorio de sal y de luz, asomada al hueco humilde de unas piedras. Como hace calor, me espera en la umbría de su madriguera. A la vuelta le dejo unos buenos boquerones que agradece contenta.

La playa gana visitantes día a día, los bañistas más impacientes ya están en el agua desde primeras horas, otros se lo piensan, los más se solean. El mediodía es ya apoteosis de luz cegadora, catarata de fuego que la brisa del oeste templa.

Vuelvo del trabajo pasando antes por una librería, a proveerme de algún titulo elegido ya hace tiempo. Aunque lo encuentro en la red casi todo, mi manera de leer es buscando la comodidad más absoluta. El libro es manejable, lo mismo lo puedes leer tumbado o boca abajo, asi que, además de las obras, realmente compro la facilidad de leerlas. El frescor del parque se llena de claroscuros con los postreros rayos del sol de la tarde.

Sobre la bahía, el cielo del crepúsculo se viste de amarillos rojizos mientras al pronto aparece la luna.

Impecable y endiosada, completa y redonda, generosa concede y deja caer su reflejo de viva plata sobre las aguas como estola de su majestad eterna.




© Acuario 2010

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