miércoles, 7 de abril de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO














ABRIL 7 Miércoles


La mañana ha resuelto cualquier velo, ha recuperado su efigie de cristal, extiende su lámina en completa transparencia, y ofrece al sol la limpia nitidez vibrante de su expedito camino bajo una brisa ligeramente fresca. Unas olas bien formadas sueñan a ser blancas nubes en la rompiente de espumas ante la orilla. En la madrugada lentamente iluminándose el mar resuella como mitológico titán dormido. Silbido aquí y allá, los mirlos despiden a la noche con su donaire y sandunga. La solitaria y vacía playa, siempre mirando al infinito que la rodea, nunca se siente sola. Comienza la ciudad a desperezarse, va extendiendo sus calles mientras apaga sus farolas.

Nunca dispuesto a ningún fingimiento, hago mías las líneas de abierta claridad del día, cada día que vivo, a la humana condición más comprendo, pero quizá asimismo de ella más sin desearlo me alejo. He seguido fielmente mi destino o mi desatino, y me aplico con todos los matices de la broma la ironía sin cesar a mi mismo. Hasta su propia sombra todo el mundo demasiado en serio se toma. Lo mío es tan simple como quitar o poner una sola a. De destino a desatino es bien poca cosa. Claro, no dejo de considerar siempre, que lo más importante es no darse importancia.

Pero Vicky tiene la habilidad de no hacerme caso, su desayuno sí es importante. Por él me espera y con él la dejo mientras tomo un camino soleado que se abre bajo una suave brisa húmeda de levante trayendo una bruma ligera y azul, que comienza a envolver con suavidad indecisa a las distancias, mientras a todos ofrece su húmedo aroma a sal y mar. Se inicia una cierta animación de felices bañistas. Las palomas vuelan de un lado a otro y las palmeras se alegran agitadas por los invisibles meandros del aire matinal y fresco.

También Piratilla tiene apetito, me espera a la puerta de su escondrijo, y viene hacia mí, en cuanto me vé de lejos. Como no quiero que engorde, sólo le pongo el atún de una lata preparada para gatos con arroz cocido debajo al fondo. Las palomas ya saben que les pongo ese arroz sobre la tapa de una arqueta cercana, y encima de ella esperan todos los días dos o tres parejas de dichas aves zureando inquietas y hambrientas. La leve neblina marina busca los caminos de tierra, esconde la base de las montañas y en su difuso azul las hace levitar ingrávidas mientras el horizonte se hace sueño de luz difusa.

El mediodía es esplendoroso, abierto, deslumbrante, bajo la ilimitada y celeste bóveda del firmamento. Un crucero suelta amarras y se interna entre la dulce bruma que lo va escondiendo mientras se aleja.

No falta el trabajo por la tarde, bien ocupada. Cuando termino, el relajado paseo de vuelta me ofrece la bella floración de una pequeña rosaleda aledaña a la entrada del puerto. La luz oblicua del sol de la tarde parece enredarse en la vegetación del parque, llevando perfiles iluminados a los espacios umbríos bajo la arboleda.

La tarde se despide dorada y rosa, en la bahía las olas parecen haber quedado exhaustas, cansadas. El mar se va haciendo verde denso, potente y oscuro. El viento aprovecha que se ha hecho de noche y nadie le vé para coger carrerilla y zarandear a las palmeras a escondidas. Las estrellas asoman su alegre curiosidad desde la distancia infinita, desde el tiempo y el silencio.

En tus silencios. En éstos es donde realmente estás.... ¿ Quousque tandem ? ¿Per saecula saeculorum?

¡ Sólo me queda que decir amén !




© Acuario 2010

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