miércoles, 14 de abril de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO






























ABRIL 14 Miércoles


Envuelta en nubes, la aurora cabalga a lomos del viento de levante de nuevo. Con hábil destreza su tritón centauro de blancas crines de espumas, incesante vuelve una y otra vez sobre la orilla llena del rumor de la rompiente, de la sal de las olas inquietas. Una turbia claridad envuelve el horizonte en una medio dimensión de luz, y la otra mitad en húmedas sombras. Dos o tres buques anclados en la bahía encarcelan en su metálico perfil la obstinada resolución de enfrentar las fuerzas de todos los vientos, la muchedumbre de todas las mareas. Diminutos en la distancia, gigantes titánicos ocultan bajo su cubierta, como nibelungos resueltos a luchar a toda costa. Las palmeras me han escuchado decir tantas disparatadas ocurrencias que con cierta displicencia me miran escépticas, nunca terminan por creerme, y bajo el viento que las mece aprovechan para ladear la cabeza, para decirme no, moviéndola.

A pesar del fuerte viento que irrumpe por las calles del barrio, con un fuerte silbido logro hacerme oir de Vicky, que acude con alegre carrera. La medio eclipsada luminosidad de la mañana bajo las nubes se extiende por toda la playa llena de inquietas arenas que intentan sin conseguirlo del todo volar revoltosas y traviesas. La mar se ha hecho rotundo gris, lleno de sombreado azul y verde turbio. Hoy no acierta del todo el horizonte a dibujar el límite de las aguas con el firmamento, se vuelve borroso y cargado de indecisión y duda.

Piratilla zascandilea esperándome, pero nada más verme acude confiada y cariñosa. Como encuentro buenos boquerones en la pescadería a la vuelta hace los honores a media docena bien frescos. Más de una década lleva esta gata ronroneando feliz, soportando vientos y vendavales como Pedro por su casa. No le importa que truene o ventee.

Hacia el mediodía abre a medias el cielo, y deja paso a un sol dormido, cálido, mientras con renovado verde ahora la mar expone la alegría de sus inquietas espumas. Con dos potentes y seguidas modulaciones de su sirena un buque larga amarras y enfila las olas mientras se aleja del puerto a toda máquina luchando contra la terca oposición del viento.

Cuando salgo del trabajo, una llovizna ligera perfuma el camino con el olor a tierra mojada. Las minúsculas gotas sobre los aterciopelados pétalos de las rosas parecen diminutas y transparentes perlas que brillan.

A las migas de pan que llevo no sólo acuden en el parque palomos y gorriones, también las verdes cotorras han tomado confianza y se lanzan a por alguna. Admiro su bello plumaje verde amarillento, iluminado y espléndido. Unos turistas gustosamente captan la inusual escena haciéndoles fotos a las cotorritas.

En la ensenada el crepúsculo juega con el fútil cromatismo que siempre le agrada, sus leves rosas, sus evanescentes violetas, dejando pinceladas sobre las nubes, mientras éstas se desdibujan en las manos del aún fuerte tevante.

La orilla de la mar se llena de sombra, de rumor, de oculto lamento de olas. La noche hace suyas todas las cosas, en la playa hay algunos pescadores de caña que sucumben al sortilegio del continuo murmullo con que la rompiente les habla.




© Acuario 2010

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