domingo, 11 de abril de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO




























ABRIL 11 Domingo


Con las primeras luces, sólo son escasos momentos, el amanecer entrega el inverosímil cromatismo fugaz que anuncia el nuevo día. Sobre el mar resurge el azul profundo y denso de las aguas, removidas aún por el oleaje de levante, pero el viento ha rolado, una ligera brisa llega desde poniente, proclamando silenciosa la majestad atlántica anudada en los pliegues de su húmeda transparencia, el fragante hálito con que el atlántico respira en su dimensión inmensa.

Sujeta al áncora de su serenidad la playa extiende su orilla de espumas blancas e inquietas, mientras su espacio de arenas parece ir creciendo lentamente según avanza la luz del día.

Pero el sol tarda en elevarse sobre el dintel de nubes que encuentra. El horizonte medio nuboso opone cierta resistencia, hasta que desmadejada la bruma toda la bahía se ilumina. Apenas nadie pasa en la calle silenciosa. La ciudad sosegada reencuentra sus travesías y sus avenidas, todo está vacío en estas primeras horas, también la playa.

Ya soleado el paseo cuando bajo. El silbido con que llamo a Vicky la hace acudir de inmediato, y tras ella su galán, también hambriento. Dejo atrás la escena de la dama y el vagabundo, atareados ambos en el reparto del desayuno, y me pongo en marcha.

Mis pasos andan, el ánimo vuela sobre el camino.

El firmamento ha abierto el señorío celeste de sus azules y acepta con altitud soberbia ser admirado por la levedad irreal de algunos blancos trazos nubosos. A la puerta de su escondrijo Piratilla me espera, feliz al verme, a mí o a su comida, pero contenta al fin y al cabo, el animal expresa su agradecimiento con ronroneos continuos y apagados.

Una horas centrales perfectas, cálidas, mecidas en el fresco poniente que insiste en tomar la inciativa, mientras los buques aproan movidos en la leve pero continua fuerza del suave viento que acude desde el oeste. La mar deja llegar un oleaje rotundo, todavía de levante, pero tranquilo, expresivo y profundo, mas calmo y sereno.

Tarde infinita, inacabable, todo el mundo pasea o toma el sol, mientras los perros en la arena expresan entre ellos con sus juegos la alegría más espontánea y directa, y los niños llenan toboganes y columpios con sus gritos felices y vivos.

El crepúsculo corona de rosas la enfática belleza de alguna nube sobre las aguas, las últimas olas se apresuran en llegar a tierra.

La noche ofrece la excelencia de su oscuridad y la ensenada descubre la autenticidad del azul pelágico y abisal, denso y sólido. Hasta que todo es sombra indefinida, clara oscuridad libre e ilimitada, desde la que alguna curiosa estrella mira.

Unidad terrenal y celeste, la noche hace uno sólo el incesante fluir del tiempo y la vida.




© Acuario 2010

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