lunes, 19 de abril de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

















ABRIL 19 Lunes


La mañana no se detiene, desde que el sol abre las puertas del cielo, todo el cristal de las aguas vibra en plena armonía de color con el azul que se despliega ilimitado sobre la ciudad y el mar. La playa abre su solitaria ausencia y sus vacías arenas a la claridad solar que la va despertando suavemente. La orilla quieta y sin olas, sólo hay apenas una ligera agitación que recorre temblorosa la superficie de la bahía detenida e inmóvil. La tribu canora regala su alegría y sus trinos encaramada en las cómplices palmeras, mientras los peatones transitan con paso vivo bajo las abiertas palmas habitadas por los diminutos y cantarines polizones.

Hay que protegerse del sol, bajar toldos y poner en marcha el día. Un repaso a las noticias en el ordenador mientras un conveniente café termina de despejarme. Le pongo bajo un banco del paseo algo de comida a Vicky, y ya hoy por fin sin abrigo ni paraguas me lanzo a mover las piernas con decisión y buen ánimo. El día es totalmente primaveral, todo luz, poniente fresco y agradable, el aire llega estimulante y lleno de vida. El horizonte desinhibido y resuelto, abre sus distancias con total complacencia. Puede que haya alguna nube, pero hay que entretenerse en buscarla de lo escondida que está.

Piratilla feliz con los boquerones que le dejo de vuelta. Sobre el muro se asoman a veces algunos turistas para mirarla mientras come. Para ser gata callejera, o más bien playera, llama la atención por su buen aspecto y la desenvoltura que muestra. Y a poco que se le diga algo, hasta cariñosa con los desconocidos, aunque siempre prudente, la vida le ha enseñado a no tomar excesivas confianzas.

El mediodía es como decimos medio bromeando, gloria bendita. Sol a raudales sobre la playa, de nuevo concurrida de bañistas. El mar sin olas, pareciera estar también él quieto y tumbado, soleándose como los turistas en la arena.

Como la tarde se hace calurosa al salir para el trabajo elijo para andar la buena sombra. Por las calles del barrio siempre la encuentro. Cuando termino mis tareas, el crepúsculo todavía no ha llegado, pero la luz declina. En el parque la ciudadanía habitual, los niños, las madres, las parejas, se funden en las sombras y luces que aún quedan entre la arboleda y la extensa vegetación silenciosa.

Van apagándose sobre el mar las escasas nubes que todavía muestran efímeros y delicados amarillos, y también matices de leve rosa. La noche llena de oscuro azul las aguas, mientras la bóveda celeste abre el infinito sueño de las estrellas.

La ofrenda del día se hace ahora noche espléndida.




© Acuario 2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario