viernes, 16 de abril de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO




















ABRIL 16 Viernes


Durante toda la noche el viento y el rumor de las gotas cayendo, al final torpemente la mañana se anuncia también ella lluviosa. Las nubes elevan sobre las aguas sus grises dimensiones, sus volúmenes de blanco ceniza, mientras el levante conduce y empuja un confuso tropel de olas contra una indefensa orilla. El mar recorre incesante y agitado toda la extensión de la bahía sin encontrar descanso, sin alcanzar paz alguna.

Parece que he de coger el paraguas. Cuando bajo, el aire enfila con entusiasmo los recovecos y las esquinas de las calles. ¿Dónde puede haberse escondido esta gata? pero, apenas con dos silbidos y sin saber de dónde, aparece Vicky, saludándome con un maullido, contenta ante la perspectiva de un desayuno que le caliente el cuerpo esta mañana más bien desabrida.

Tengo que admitir que me gustan los días llenos de inconvenientes, viento, frio o lluvia, pero el acceso a la playa sigue vedado por el paso de volquetes de arena, de un lado a otro acarreando y reponiendo la arenisca allí donde el oleaje terminó llevándosela. No obstante ya hay troneras abiertas en el cercado que intenta impedir el paso a la arena a todo lo largo del camino, hoy no hay ni que saltarlo, roto y vencido donde el anónimo ciudadano quiso.

Piratilla me detecta en cuanto llego a su escondrijo, a veces no le digo nada, callado comienzo a sacar su comida buscando que el viento no le lleve el olor, pero nada, no pasan ni diez segundos cuando de un salto ya la tengo a mi lado. Debe haberse comprado un radar o algo parecido, y tenerlo allí escondido, en su covachuela. Afortunadamente sólo caen algunas gotas distraídas, chispea de vez en cuando, pero no llueve. El viento sopla con ganas, la orilla está revuelta, ocre, turbia de espumas. El horizonte parece oscilar entre la desconfianza y la meditación, velado y fluctuante con luminosidad incierta. A nuestro lado las palmeras disfrutan contoneándose en la pulsión de una incesante danza. El viento y las palmeras parecen a veces conversar con extraños siseos y murmullos.

A la vuelta el cielo comienza a abrirse, y un medio sol va creciendo, sín conseguir del todo ser completo, hasta un poco más alla del mediodía. El viento afloja ligeramente, la mar ilumina sus verdes opacos, sus turbios azules y grises. La tarde quiere imponer un poco de calma.

Cuando termino el trabajo, con paso despreocupado voy haciendo el camino de vuelta. El parque conserva cierta suave claridad vespertina, mientras alguna gota cae traviesa.

Al menos la noche va calmándose, mientras el levante amaina. La orilla luce alegres espumas que acuden rumorosas. El firmamento casi abierto, deja ver solícito el limpio brillo de alguna estrella.




© Acuario 2010

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