jueves, 29 de abril de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO
















ABRIL 29 Jueves


Entre las redes de la indecisión y la duda el alba intenta abrirse camino como puede. Pero el cielo ha dispuesto la sutil muralla blanquecina de una extensa nubosidad imprecisa pero persistente, en el horizonte el sol naciente se debate en soterrada y silenciosa lucha sin conseguir finalmente la victoria. Pero tampoco es derrotado de forma total, una luminosidad apenas definida se aposenta sobre la ciudad, un medio sol que logra erigir su presencia lentamente a lo largo del día, pero nunca rotunda y terminantemente.

Nada parece importarle a la mañana, alegre y despierta, bajo la fresca caricia de la brisa marina, que parece venir del suroeste. La playa se anima en dos minutos, asaltada por impacientes bañistas, y asediada todavía en algunos sectores por las palas excavadoras y volquetes, todos como niños a jugar acarreando arena de un lado a otro. El mar hoy decide ser verde ceniza sobre una vacía ensenada casi sin olas.

Cada uno tiene una percepción distinta de sí mismo, y de lo que le rodea. Instalado en el asombro, veo la vida a mi alrededor como un enigma cifrado dentro del tiempo. Con un poco de paciencia (y bastantes años ) he ido encontrando las claves y las coordenadas desde las que observo lo que me rodea, y lo que encuentro en mis bolsillos. Mejor me hubiera ido trabajando algun terrenillo, y haciéndo, si la tierra fuera adecuada, un buen vino. Mi posición actual es esta: barbechar de mayo y binar de junio, buenos barbechones, pero pan ninguno. Poco cansa el camino para el que nada lleva, al menos eso me digo.

Las palmeras siempre asienten calladamente y luego al pronto todo lo abandonan. El horizonte duda entre una bruma ausente o un cielo indeciso, ha trazado su destino, y se ha olvidado de sí mismo. El firmamento ha decidido hoy dedicarse a encalar de un lado a otro la aérea bóveda en la que la ciudad construye su sueños de infinito.

El mediodía continúa moviéndose dentro de una media luz, mientras la húmeda brisa de poniente pasa silenciosa. Con la tarde nada ha cambiado, la esquiva claridad persiste sin resolverse. El paseo luego de mis ocupaciones, el parque hoy sin claroscuros ni contrapuntos, todo lleno de una dulce indefinición iluminada. Secreta es la distancia que nos une y separa a todos, animales y plantas, un silencioso abrazo de ellas me parece o imagino sentir bajo la arboleda llena de sombra.

El crepúsculo une el mar y el cielo, un mismo azul turbio cada vez más denso recorre al unísono los espacios aéreos y las aguas. La noche expectante reclama su tiempo, mientras el mar quedamente en sabia ignorancia murmura en la orilla una leyenda de sirenas.




© Acuario 2010

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