domingo, 31 de enero de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

ENERO 31 Domingo


El nuevo día abre sus puertas y el sol entra gozoso y resuelto por ellas. Sobre las aguas de la bahía sigue soplando como ayer el viento norte, llevando de un lado a otro los fútiles estremecimientos que dibuja sobre la superficie, los plateados reflejos del cielo, sobre un mar sombrío, casi metalizado, de intenso azul dramático. Nadie en la playa solitaria que se ilumina lentamente, que se va caldeando con suavidad y calma. El firmamento recibe el paso de algún nimbo que se desliza orgulloso mostrando su nívea y oronda conformación. La calle ausente, indecisa, vacía.

Sin apenas nada que hacer en este día festivo, espero que poco a poco el calor solar vaya entibiando la mañana. Soleándose con los oblicuos rayos de luz que le llegan escondida, bajo los sillones de mimbre de la terraza de un bar aledaño me espera Vicky. Aunque no la veo sé que está ahí, es su lugar habitual para aguardarme. Le doy un silbido, y al instante aparece.

Una vez en marcha todo se hace distinto, el ligero ejercicio es agradable y la luminosidad del camino ofrece una plena y tenaz alegría. Paso tras otro, no hay noticia ni desánimos que resistan el insistente júbilo de las palmeras, despiertas y parlanchinas, mecidas por la intrépida brisa. A la puerta de su refugio, aprovechando la cálida radiación solar, Piratilla sentada y tranquila, mientras pasan delante suya, de un lado a otro, los habituales corredores de la playa. El horizonte pletórico nunca conoce un final para su ilimitada dicha. La mar se llena de azules diversos, de verdes turquesas, mientras dos inmóviles navíos, anclados en la ensenada, parecen filosofar sumidos en la más serena paciencia.

Pese al viento el mediodía es templado y radiante. La calle se llena de pausada animación ciudadana, todo el mundo sale un rato al sol a estirar las piernas. Sobre la superficie marina las gaviotas reproducen su concurrida reunión de comadres mironas y un poco mal avenidas.

La tarde lentamente con un largo bostezo se despereza. El tiempo se desmadeja en su dorada luz sin prisa. ¡ Que admirable el matizado y sutil vuelo de tus palabras !

Con el cielo medio cubierto por una ligera nubosidad alta, el crepúsculo llena de dos colores la bahía, cobaltos oscureciéndose a un lado, en el otro los suaves cremas violetas que las nubes sobre la superficie del mar reflejan.

El frío de la noche deja prontamente vacía y abandonada a la playa. Sólo un leve reflujo de inexistentes olas, calladas, que apenas apagadamente rumorean. Las estrellas disponen de toda la densa inmensidad aérea, negra y profunda, del cielo nocturno. La luna traviesa, se oculta.




© Acuario 2010

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