sábado, 30 de enero de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

ENERO 30 Sábado


Al oscuro cobalto de las aguas la noche intenta aferrarse, pero lentamente la iluminada plata del amanecer inunda de celeste magia la superficie de las aguas. Sólo un destino que nunca se acaba, el horizonte no es nada, una ligera y leve línea apenas. El sol se proclama detrás suya, con el impulso de un deliro interminable y naranja, mientras silenciosos clarines de fuego anuncian su llegada. El viento norte trae tus registros ocultos, tus inabarcables palabras apenas murmuradas, que se añaden al jubiloso cántico de los humildes gorriones, a su inatendida y diaria salutación al universo y a la vida.

Como hoy tengo parte de la jornada ocupada, me he levantado temprano. Y es preciso llamar con un silbido a Vicky aún dormida, pero al pronto acude a su desayuno saliendo por la gatera del taller del fontanero, que aún espera recuperarse. El fresco ambiente de las calles todavía es más frío si como hoy el viento enfila por ellas.

Pero soleándome en breve estoy ya, mientras me adueño de la soledad del camino en la playa. El mar tranquilo va perdiendo oscura densidad y ganando azul evanescencia, en tanto que alguna ola susurra quiméricas consejas en la orilla. El cielo abre su más espléndido vacío sobre la ciudad, mientras mis pasos me llevan, siempre otros y quizá también los mismos.

No hay añoranzas, ningún pasado muestran las sombras de las palmeras, mecidas por el septentrión y rumorosas de dicha. En ti piensan, me dice mi pensamiento. El día es un manatial de luz infinita.

Según avanzan las horas el paseo se anima. Los chavales juegan en la playa, la gente toma con avidez el sol, inundándose de su generosidad, levitando casi en su calor y su arrebatada alegría. La tarde comienza en ilimitada pausa.

Sobre las aguas, los miles, no exagero, puntos blancos de las gaviotas posadas. De vez en cuando las movidas aguas acercan a algunas en exceso hacia otras, y la cuestión acaba en azarosa disputa que obliga a las beligerantes a levantar el vuelo y recomponer de nuevo el grupo sobre otro lado de la bahía pero con una prudencial distancia entre ellas. La intensidad del silencio, el protagonismo de la calma, el invisible fluir detenido del tiempo ignorante de todo. ¿Como narrar este espacio sin término que es la tarde?

El crepúsculo ofrece al cielo pálidas rosas, escondidas violetas. El firmamento se despliega en toda su dimensión observado por el negro ojo de la noche. El frío comienza a vaciar de paseantes la calle.

La luna se retrasa, pero las estrellas la esperan. No ha de tardar, dicen calladamente las leves olas.



© Acuario 2010

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