sábado, 2 de enero de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

ENERO 2 Sábado


Hoy el sol, sin nada que lo detenga, eclosiona, estalla. El mar a sus pies está iluminado de un plateado azul, inmóvil. No hay nubes, apenas tres o cuatro inexistentes jirones blanquecinos, como intentos fallidos de un seco pincel ya sin pintura. Las palmeras quietas, aliviadas, descansan sin zarandeos ni azotes de irascibles ventoleras. Un ligero viento norte ha venido, obsequiando un limpio y enigmático añil al cielo.

De manera indeclinable hay que bajar los toldos y protegerse de la catarata de luz que entra. No es lo mejor estar deslumbrado para alcanzar sin errores el asa del tazón del desayuno.

Ningún frío hace, la calle participa de una festiva animación. El barrendero y yo coincidimos al saludarnos, no es necesario desearnos buenos días, realmente lo son. Ponerse a andar es hoy compartir una alegría general, el suave ejercicio ilumina aún más el resuelto ánimo que llevaba.

No solo de pan vive el hombre, ni una gata de una ración de comida. Cuando llego al escondrijo de Piratilla en el muro de la playa, observo que me he olvidado la pequeña botella, en la que llevo el agua para reponer asiduamente la que va haciendo falta. No hay problemas, hoy toca comprarla entre otras cosas y puedo volver por el mismo camino y dejarle lleno su cuenco de tan indispensable líquido elemento.

Es ya media mañana, las arenas estan concurridas y se toma el sol con delectación. En la bahía hay anclados casi media docena de navíos y buques diversos. Las palomas se toman un baño en los ultimos charcos que encuentran, esponjan las plumas y baten sus alas dentro del aguazal, permaneciendo luego en él con evidente complacencia un buen rato.

El mar está tan quieto, sin olas, que hasta los piragüistas han venido a entrenarse, lo que sólo hacen por lo general dentro del puerto. Dos o tres balandros muestran el impoluto blanco de su velamen, en lenta navegación por las aguas. Algunos bañistas se han animado a nadar incluso, pese al dos de Enero del calendario.

Con la tarde un leve estremecimiento en la superficie marina anuncia un ligero viento de levante. Las gaviotas juiciosamente toman el sol, flotando juntas, detenidas con tranquilidad absoluta en pacífica bandada. El sol va declinando con serena lentitud, mientras la brisa del este se anima. Los barcos en la ensenada, en imperceptible danza conjunta, señalan con sus proas la dirección del creciente viento.

El crepúsculo encuentra sobre el horizonte unas escasas nubes y colorea de azul rosado a algunas. La mar se va oscureciendo con un frío cobalto.Todavía la luna no ha venido, y ya se encienden las luces a ambos lados de la extensión de la ensenada. Algunos pescadores han plantado sus cañas en la orilla, llena de sonoridad líquida, del inacabable y blanco rumor del creciente oleaje que viene trayendo un manto de sombras.




© Acuario 2010

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