martes, 5 de enero de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

ENERO 5 Martes


La mañana no sabe decidirse. Dubitativa y confusa entre vestirse de sol o de nubes. Quizá, piensa, mejor la dulce luz azulada y gris, bajo las desparramadas y dispersas nubes por el firmamento, o cuando éstas se abren, tal vez la animada y alegre catarata del estallido solar sobre las aguas.

Un viento de poniente amable y templado no quiere ayudar a la mañana a determinarse. Y ésta deja indolente que las palmeras rezonguen entre ellas y desaprueben sus dudas.

Las arenas se han secado y lucen un tono claro y tenue, aunque también muestran en forma de surcos, de cicatrices cerrándose, los caminos que buscaba el agua de la pasada lluvia para llegar a la orilla.

Dos enormes y arbolados cruceros han atracado en el espigón de levante, la calle y el paseo se llenan de grupos de turistas y visitantes madrugadores, mientras el sol hace un intento y abre lentamente la bóveda del cielo, llenando de luz el cristal detenido de los aún abundantes charcos.

El mar muestra un metálico azul bajo las nubes, y cuando éstas se entreabren, y dejan paso a la completa luminosidad solar, las aguas marinas despliegan un radiante turquesa atrevido.

Piratilla asoma la cabeza sin tardanza cuando la llamo. Sale de su guarida en el muro de la playa y come animadamente con buen apetito. El horizonte se abre en franca sonrisa ilimitada, y el mar a nuestro lado, sin olas, ronronea levemente, imitando quizá a la satisfecha gata.

Dos navíos dibujan en contrapunto dentro de la ensenada sus metálicos perfiles mientras las excavadoras continúan afirmando con enormes rocas las defensas y rompeolas cercanas a la orilla.

Al mediodía todo es sol. Completo dueño del firmamento. La brisa marina es de componente sur, y hace calor casi. En este hemisferio septentrional, ¡ y en Enero !. Las palmeras están plenamente a su aire, pletóricas todavía del agua caída, disfrutando y soleándose con toda la luz del cielo. Asi como los turistas, decididos a no dejar hueco, a llevarse el sol hasta en los bolsillos.

Bajo el calor ligero y benévolo del astro del día se despliega y dilata suavemente adormecida la tarde. Y sesteando a medias no se da cuenta, que poco a poco, sin conseguirlo del todo, nube a nube casi la cierran. El crepúsculo ilumina de matices de oro y rosa seda al medio abierto espacio aéreo, que va compactando con sombras su azul eterno.

Las estrellas parpadean tímidas en el eterno y opaco piélago de la nocturna bóveda. Mientras, la luna se entretiene, nadie sabe en qué, y aún no ha venido.

El viento norte sí ha llegado. Galante y cortejador, quiere seducir a la noche, quiere acariciarla con sus manos.

Pero como las tiene frías la noche no se deja.




© Acuario 2010

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