lunes, 4 de enero de 2010

METAMORFOSIS DEL TIEMPO

ENERO 4 Lunes


Apenas encuentra un resquicio, apenas un hueco entre la línea del horizonte y la densa masa de nubosidad que cubre el cielo. Enfadado, se asoma sólo unos instantes con su ojo de fuego. Aunque como buen guerrero se detiene. Una vez cumplido su propósito no se jacta ni se precia por ello, no se enorgullece. Vence porque no puede menos, pero no para engrandecerse. Sabiéndose titánico acepta la sabia reserva que le proponen las nubes, y oculto tras ellas continúa su ascenso hacia su destino y su cenit. El sol desaparece brindando una tibia claridad a la bóveda de espesos nimbos. Una luminosidad de cálido y dorado ámbar inunda entonces la playa, la ciudad y sus calles. Se anuncia la lluvia, viene diciendo el levante ligero que roza el verde inquieto de las aguas.

Y antes de terminar estas palabras, arrecia en densa descarga el aguacero. Todo se vuelve distinto en sus manos, un vivaracho pincel difumina con animados trazos grises y azules todas las distancias. La calle se vacía de peatones y se llena el asfalto de espejos.

Me lo estoy pensando un rato, busco al menos que la intensidad de la precipitación ceda y leyendo noticias espero. Cuando parece que la cuestión va a menos, pongo pié en la calle con inexcusable retraso para Vicky, que hace un buen rato me espera hambrienta, que me endilga nada más verme un maullido bien alargado y modulado con expresivos altibajos de evidente regaño. ¿ Qué pasa con mi desayuno ? Es bien a las claras la traducción del lenguaje felino que usa conmigo.

La lluvia se ha tranquilizado, me recibe menos descontenta que la gata, sobre el paraguas su rumor repiquetea festiva y alegre. No hace frío, pero es preciso no despistarse para no terminar metiéndose en todos los charcos del camino. Un mar de oscuro gris verdoso se funde en la distancia con las nubes, el horizonte ha desaparecido mientras en la playa unas olas escasas apenas alzan su voz sobre el animado bullicio del agua cayendo.

Más problemática es la vuelta, aquí te pillo y sin previo aviso, empiezan a caer chuzos de punta. Es una apoteosis de agua, por todos lados aparecen charcos que no advierto, y en todos meto el pié, y claro está, la pata. LLego con una traviesa alegría satisfecha y oculta, aunque además bien empapado y espurreado.

El mediodía es un asombroso y casi por completo abierto cielo. El sol llena de luz el suave turquesa de las aguas, rola el viento a poniente y las palmeras se mecen, limpias, vivas, nuevas, contentas. El horizonte reaparece, en su sitio afortunadamente.

Comienza de nuevo nublándose la tarde, de vez en cuando una llovizna. Luego se medio abonanza y el firmamento exhibe un azul infinito entre el blanco insuperable de los juguetones nimbos.

Siguen llegando nubes, la luz declina, los aguaceros se suceden ya ininterrumpidos. Los navíos en la ensenada han encendido sus balizas, y envidioso el cielo las suyas, relampaguea. A la izquierda de la bahía, la tormenta pasa tronando entre rayos que iluminan las nubes por dentro, lloviendo con fuerza, a la derecha termina abriéndose la bóveda celeste dejando ver los residuos de azul y crema de un crepúsculo abrumado y ceniciento.

La noche acepta el liviano viento, norte ahora. Con sus manos de sombras acaricia los restos nubosos, la playa vacía, la ciudad aguachinada.

Sus manos abiertas y llenas de silencio saben explicarlo todo sin la torpeza de las palabras.




© Acuario 2010

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